Además de las lenguas comunes de hoy conocemos, entre los dialectos elegidos también se incluían 12 idiomas del sur de Asia, 4 dialectos chinos y 5 idiomas antiguos (incluyendo el acadio, lengua que se hablaba en Mesopotamia hace unos 4.500 años). A continuación pasamos a recopilar una pequeña muestra de estos saludos que teníamos preparados para ese hipotético encuentro:
- Español: Hola y saludos a todos.
- Ruso: Saludos, les damos la bienvenida!
- Árabe: Saludos a nuestros amigos en las estrellas. Que el tiempo nos una.
- Japonés: ¿Hola, cómo están?
- Polaco: Bienvenidos, seres de más allá del mundo
- Tailandés: Hola amigos de tierras lejanas. Nosotros, en este tierra, les enviamos cálidos saludos a todos.
La música fue incluida como una muestra de la creación humana. Genios como Bach, Mozart, Beethoven, Stravinsky y Chuck Berry junto a otras selecciones más oscuras como la cantante búlgara de folk Valya Mladenova Balkanska, la india Kesarbai Kerkar o el cantante de blues y gospel Willy Johnson.
Como decíamos, los Beatles no fueron incluidos, aunque Carl Sagan lo intentó por todos los medios. Sagan quería añadir el tema Here Comes the Sun en la lista de grabaciones que podrían escuchar los extraterrestres, pero en el último momento EMI se negó a ceder los derechos (quizá preocupados del uso del copyright interestelar).
Tras la ecléctica selección de composiciones musicales, el Disco de oroincluyó una cuidada selección de sonidos que debían hacer honor al título del álbum. De esta forma, los sonidos de la Tierra incluyeron pistas para representar el viento, lluvia, mar, aullidos de lobos, un tren, un beso, fuego o un chimpancé… todo ello finalizado con una pista que contenía un mensaje en latín en código Morse.
Otro apartado curioso es el de las ondas cerebrales. The Sounds of Earthincluye una grabación de 60 minutos con las ondas cerebrales de la escritora y productora Ann Dryyan (luego esposa de Carl Sagan). La idea fue explicada de esta forma por la propia Druyan:
Antes, en otra ocasión, había preguntado a Carl si uno de esos supuestos extraterrestres de dentro de 1.000 millones de años sería capaz de interpretar las ondas cerebrales del pensamiento de alguien. «¡Quién sabe! Mil millones de años es mucho, muchísimo tiempo. ¿Por qué no intentarlo, suponiendo que será posible?», fue su respuesta.
Dos días después de aquella llamada telefónica que cambió nuestras vidas, fui a un laboratorio del hospital Bellevue, de Nueva York, y me conectaron a un ordenador que convertía en sonidos todos los datos de mi cerebro y de mi corazón. Durante una hora había repasado la información que deseaba transmitir. Empecé pensando en la historia de la Tierra y de la vida que alberga. Del mejor modo que pude intenté reflexionar sobre la historia de las ideas y de la organización social humana. Pensé en la situación en que se encontraba nuestra civilización y en la violencia y la pobreza que convierten este planeta en un infierno para tantos de sus habitantes. Hacia el final me permití una manifestación personal sobre lo que significaba enamorarse.
Por último se incluyeron una serie de 118 imágenes y una pequeña descripción codificada con la que se podría apreciar cómo es el planeta Tierra y nuestra sociedad (fotos a lo largo del artículo).
En ambos lados de cada disco y como se puede apreciar en la imagen superior, existía un pequeño manual de instrucciones (indescriptible para el humano medio) y algunos bocetos de lo que somos y donde encontrarnos. Los diagramas contienen números que se expresan en formato binario y la velocidad de rotación del disco se expresa en rotaciones moleculares del átomo de hidrógeno en su estado fundamental. Por último y dedicado a estas civilizaciones extraterrestres, el diagrama para encontrar nuestro Sol hace uso de 14 púlsares de direcciones conocidas desde nuestra estrella.
El mismo Carl Sagan siempre fue escéptico a la hora de pensar que estos discos llegaran a ser reproducidos en el espacio, según decía “la nave espacial y el registro solo serán encontradas si existen otras civilizaciones capaces de viajar en el espacio interestelar. Pero el lanzamiento de esta botella dentro del océano cósmico dice algo muy esperanzador sobre la vida en este planeta”.
Por tanto, esta simbólica e histórica cápsula del tiempo (debido al indudable éxito de las Voyager) sigue manteniendo ese halo aventurero que nos permite soñar con un posible encuentro fortuito.
Una pena que si ese encuentro se da, las civilizaciones no puedan escuchar ese temazo de los Beatles.