Amor de madre
Por: María Nelly Lenis
Twitter: @ManeLenis
La maternidad fue llamada desde el momento que ella supo que era posible llevar una vida dentro de su cuerpo. Contaba con tan solo trece años y ya quería que su figura fuera una media Luna de perfil para contemplar desde lo más entrañable la concepción de un ser que llevaría algo de su ADN.
Se preparó desde ese momento para que su aporte llegara como el deseo más grande solicitado al cielo cada vez que veía pasar una estrella fugaz.
Como si arrojara una moneda a la Fontana di Trevi se inspiraba para soñar con el hijo que deseaba cargar en su vientre, arrullar en sus brazos, consentir en su regazo y amar incondicionalmente. En realidad, solo quería saber que era suyo y de nadie más. Que iba a estar ahí siempre para él y él para ella. Dibujaba su sonrisa, delineaba sus labios de rojo carmesí, esculpía sus pequeños dientes de manera perfecta, mejor dicho, quería que se alinearan sus deseos en ese Universo loco que construía. Pues, traía soledad porque solo quería ella contemplar su obra, no tenía deseos de compartir su creación.
Fue creciendo y con ella sin duda el deseo por cumplir y hacer realidad, incluso lo guardó como un secreto que le permitía ingresar cada día para construir, esculpir, tallar con un cincel como lo hacía Miguel Ángel Buonarroti. Así pues, como una receta hecha al pie de la letra fue llenando su imaginación de ideas, pensamientos y propuestas para ese hijo no nacido que la ilusionaba.
Por un lado su familia le exigía destacarse entre las demás adolescentes con las que coincidía en edad para que sobresaliera con sus calificaciones, sus logros deportivos y por otro lado, ella ocultaba el deseo real de ser madre para traer a la realidad y colmar ese nuevo ser de amor absoluto y no defraudarlos. En el fondo sabía que no era el momento para tomar una decisión de éstas.
Así que esperó mucho tiempo y cuando estuvo lista encontró a quien ella pensó sería el aporte ideal para formar esa nueva vida, su unión no dio fruto, más bien trajo felicidad y más ingredientes para esa meta por formar. Con insistencia lo invocó pero no llegó. Según parece se cansó de buscarlo y desistió de sus deseos para enfocarse en ella.
Cuando se empezó a construir y a dedicarse a su imagen ese ser la sorprendió ya encarnado en su vientre, estaba creciendo, un latido iba sincronizado con el suyo y se dijo «te esperaba hijo mío desde siempre». No hay como medir la dicha que sintió cuando escuchó su corazón palpitar por primera vez. Después, la tecnología le permitió ver su cuerpecito formado y creciendo en esa cama de agua que ella alimentaba con tranquilidad y música francesa mientras le hablaba al infinito cuánto lo amaba.
Su niño nació programado como ella lo deseó, pelo negro azabache, ojos grandes, labios rojos y carnosos, saludable y un niño como lo labró desde que anheló ser madre.
Feliz día de la madre a mi mamá, mis hermanas, mis tías, abuela y amigas.