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Científicos argentinos estudian los efectos del cannabis en las arritmias


Moscas de la fruta utilizadas por el equipo de investigación de la Universidad Nacional de La Plata.

Casi sin recursos económicos, una universidad pública logra avances de laboratorio en moscas de la fruta

La mosca golpea una y otra vez contra el vidrio intentando salir, prosperar. La secuencia, tal vez la imagen más trillada para ilustrar una adversidad, se adecúa a los científicos argentinos que en los últimos años han decidido investigar la planta de cannabis y que encuentran cómo repetido obstáculo la indiferencia de un Estado que habilita por ley, pero no promueve. Paola Ferrero es una de esas moscas necesitada de fondos. Está a apenas 3.500 dólares de poder estudiar si aquello que ya descubrió con apenas 30.000 pesos (unos 500 dólares) puede significar un avance significativo. Sin embargo, tiene los nudillos gastados de golpear puertas.


Ferrero tiene 42 años y es directora de un proyecto en la Universidad Nacional de La Plata (UNLP), Buenos Aires, financiado con donaciones y dinero del propio bolsillo y que ya descubrió en el laboratorio los efectos del cannabis en la actividad cardíaca de las moscas de la fruta. Estos insectos tienen un sistema parecido al humano y su uso en laboratorio es muy rentable. El equipo de la UNLP descubrió que el consumo de cannabis genera arritmias en el corto plazo, pero que cuando se hace crónico mejora la función cardíaca.

El trabajo, publicado en la revista científica Biology Open, encontró que las moscas que estuvieron expuestas entre 11 y 13 días al vapor de cannabis presentaron un efecto de acostumbramiento y aumento de la contractilidad del corazón, es decir de la fuerza con la que este se contrae. No obstante, el grupo que inhaló cannabis durante menos tiempo mostró un incremento en el índice de arritmia. Para que Ferrero y su equipo puedan identificar el mecanismo de acción por el cual surgen esos efectos y estudiar la posible extrapolación al sistema humano, necesitan reactivos de biología molecular que hoy no pueden comprar. El hallazgo podría resultar una valiosa herramienta para enfrentar un mal de la época: el estrés.

El corazón de las moscas de la fruta —conocidas científicamente como Drosophila Melanogaster— también envejece y tiene arritmias. Además, hay modelos de moscas que reproducen enfermedades humanas tales como párkinson, diabetes, epilepsia, obesidad, cáncer y alzhéimer. Si uno es investigador, pueden solicitarse ese tipo de patologías a los tres bancos de moscas que existen en el mundo, en Estados Unidos, Austria y Japón.

En la Universidad de La Plata tienen más de 50. Las crían en pequeños tubos que contienen harina de maíz, azúcar y agar. “Queda como una gelatina donde crecen, ponen sus huevos y las larvas comen. Después las cambiamos de tubo para que no se reproduzcan intrafamiliarmente, porque eso altera el código genético. Para evitarlo, llevamos un árbol genealógico de cada una”, cuenta Ferrero. “Son nuestras hijas postizas, las llamamos la diabética, la epiléptica”, bromea.

“El proyecto por el cual publicamos no fue financiado, sino que utilizamos recursos generales mínimos para sacarlo”, cuenta Ferrero y recuerda que “tuvimos que vencer el escepticismo de los propios colegas, porque ellos son los que aconsejan si nos financian o no”. “Hay como un loop, dicho en criollo es el dilema del huevo y la gallina: para financiarte te piden preliminares, pero vos no podés publicar si no tenés financiamiento. Entonces, es muy difícil salir de ahí”, reflexiona.

Darío Andrinolo, director del proyecto Cannabis y Salud de la misma casa de estudios, sufre el mismo problema: “Se nos acercó gente que tiene cultivos muy grandes que no podemos ni ir a visitar; otra gente que tiene el signo pesos en la frente; otra que no tiene tanto el signo pesos pero quiere ver cómo puede colaborar y además sacar provecho. Con esos conversamos un poco más”. Desde el Estado, por el momento, nadie.

“A veces estas dificultades vienen de muy larga data. Hay cosas que se podrían modificar, primero, desde los organismos donde estamos nucleados los científicos y a la vez, sí, se necesita inversión, porque los subsidios están otorgados en pesos que enseguida quedan desactualizados”, resume Ferrero, y en su propio intento por atravesar el cristal propone “articular inversión privada y estatal y favorecer esto que, aún siendo un logro de mediano y largo plazo, pueda prosperar”.

La noticia del avance, sin embargo, levantó el ánimo de un equipo de investigación que venía golpeado y desmoralizado por la falta de recursos. Paola, ahora se siente “una mosca libre, porque de alguna forma siempre termino haciendo lo que quiero”. Ella ya atravesó su cristal.

Texto tomado de EL PAÍS de Madrid España

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