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Cinco lecciones sexuales que aprendimos de los animales en el último año

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El amor entre humanos es realmente complejo. Lo demuestran las docenas de artículos que los medios han publicado este martes, día de San Valentín, sobre por qué nos enamoramos, cómo elegir a la pareja ideal o cómo mantener una relación sin perder la chispa. Aquí también se pueden leer unos cuantos.

Pero en la naturaleza las cosas funcionan con menos complicaciones y más instinto. Y de maneras extraordinariamente variadas. Si otros años aprendimos el sexo a distancia del percebe, cuál es el macho mejor dotado del mundo (no es Nacho Vidal) o cómo la frustración sexual puede conducir al alcohol, en los últimos doce meses hemos conocido cómo se lo montan algunas especies. En el día del amor, sexo animal.

Ni como ni duermo, solo quiero eso
No pierden el tiempo ni buscando comida ni acicalándose, no duermen… Solo deambulan por ahí desesperados por hacerlo el máximo de veces posible. Podrían ser los protagonistas de una comedia erótica adolescente, pero los machos de quolls del norte son unos marsupiales del tamaño de un gato que viven en Australia. Están tan desesperados por aparearse que acaban exhaustos por la falta de sueño y mueren al final de la única época reproductiva de sus vidas. No parece extraño que la especie esté en peligro de extinción.

Adiós al spray de oxitocina para infieles
Los ratones de las praderas o campañoles son famosos por su fuerte tendencia a la monogamia. Estos animales forman parejas para toda la vida. Son muy fieles y desprecian de forma activa compañías potenciales del sexo opuesto. Además, los machos son padres ejemplares que cuidan de sus crías. Estudios previos han achacado a la oxitocina este comportamiento monógamo, pero una nueva investigación lo rechaza. Campañoles mutantes que carecen de receptores de oxitocina funcionales son igual de fieles. Los resultados parecen decir adiós al soñado spray de oxitocina para reconducir a los infieles.

Antes de pasar a la acción, un trago de… orina
Amigos de las parafilias y cosas raras, aquí están las jirafas. Antes del coito, la jirafa macho acaricia o golpea la grupa de una hembra para animarla a orinar. Una vez lo consiga, el macho sorberá un poco del líquido, que pasará a través de una abertura especializada en su paladar hacia lo que se conoce como el órgano vomeronasal (u órgano de Jacobson). De esta forma, analiza las feromonas para determinar si la hembra es fértil. ¿Asqueroso? Quiénes somos nosotros para juzgarlas.

A cabezazos por ella hasta alargar el cuello
Otra vez las jirafas. El hallazgo de unos extraños fósiles de hace 17 millones de años en la cuenca de Junggar, Xinjiang (China), llevó a un grupo de investigadores a concluir que no solo la competencia por la comida condujo al largo cuello de las jirafas. Hubo otra competencia, la de los machos por las hembras. Es posible que, entre los antepasados de las jirafas durante este período, los machos desarrollaran una forma de atacar a sus competidores balanceando el cuello y la cabeza. Esta lucha extrema, apoyada por la selección sexual, condujo al rápido alargamiento del cuello durante dos millones de años.

250.000 años sin sexo y tan fresco
Si uno no tiene pareja en San Valentín, puede consolarse pensando en este saltamontes australiano (Warramaba virgo). La especie está compuesta exclusivamente por hembras que no practican sexo y se reproducen por clonación. Las crías nacen por partenogénesis, lo que implica que el óvulo se convierte en un embrión sin ser fertilizado por un espermatozoide. La especie surgió hace unos 250.000 años a partir de un cruce entre otras dos diferentes que sí se reproducen sexualmente.

Al contrario de lo que uno pudiera pensar, renunciar al sexo durante tanto tiempo no afectó a su capacidad para sobrevivir y reproducirse. Por el contrario, parece que le va de fábula. Una buena noticia para los incels sin remedio.

Tomado de: https://www.abc.es/ciencia/cinco-lecciones-sexuales-aprendimos-animales-ultimo-ano-20230214134315-nt.html

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