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¿Cómo resguardar la paz en Colombia? Tema de Opinión publicado en The New York Times

Foto Archivo Radio Diez de Marzo

“Aproximadamente la mitad de los países que salen de una guerra vuelven a caer en la violencia en un plazo de menos de cinco años”, escribió el exsecretario general de las Naciones Unidas Kofi Annan en 2015. En Colombia, donde ya transcurrió más de la mitad de ese periodo, la paz permanente no está garantizada. Un acuerdo de noviembre de 2016 puso fin a medio siglo de conflicto entre el gobierno y las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (Farc), un grupo guerrillero de izquierda. Pero cada vez hay más motivos para preocuparnos.

Iván Márquez, el segundo al mando de las Farc y quien encabezó al grupo de negociación de la guerrilla en La Habana, anunció que tomaría de nuevo las armas. El 29 de agosto, Márquez publicó un video. Vestía un uniforme militar color verde olivo y lo acompañaban líderes de algunas de las unidades más temidas de las antiguas Farc. En el video despotricó contra el fracaso del gobierno colombiano para mantener sus promesas y comenzó un nuevo movimiento guerrillero.
Este es un golpe duro al frágil proceso de paz en Colombia, pero no es el fin. Es posible que este movimiento no logre mucho. Las personas que salen en el video representan al ala más radical de las Farc: ideólogos con una extensa experiencia delictiva y de combate, miles de víctimas y un descontento prolongado con el proceso de paz. Hoy las Farc son un partido político, cuyo liderazgo respondió de inmediato con un rechazo categórico del mensaje de Márquez.

Las Farc, como una insurgencia nacional con un comando único y control territorial, dejaron de existir desde finales de 2016. El video de Márquez no cambia eso. Conforme al acuerdo de 2016, se desmovilizaron 13.049 guerrilleros; dos años y medio después, según datos compilados por la Fundación Ideas para la Paz, solo a 1052 exguerrilleros (el ocho por ciento del total) les habían perdido el rastro. Se trata de un porcentaje bajo de reincidentes en escenarios posteriores a un conflicto.

Muchas de esas 1052 personas han vuelto a tomar las armas. Ahora se suman a los aproximadamente 12.000 miembros de los grupos organizados armados o delictivos que todavía operan en Colombia, divididos en grupos guerrilleros de izquierda más pequeños, como el Ejército de Liberación Nacional (ELN), grupos paramilitares o de tráfico de drogas y unas veinte bandas “disidentes” integradas o dirigidas por antiguos miembros de las Farc. Contando a los reincidentes, a los guerrilleros que nunca se desmovilizaron en 2017 y a los nuevos reclutas, estas facciones disidentes ahora tienen entre 2000 y 2500 miembros.
Tal vez Márquez busque vincularse con algunos disidentes para ensanchar las filas de su “movimiento”, pero si tiene combatientes y no solo un círculo de hombres viejos y ofendidos, no aparecieron en el video del 29 de agosto.

La facción de Márquez y el partido político de las Farc competirán por atraer a los excombatientes. Pocos de ellos están prosperando, pues la asistencia para la reintegración ha tardado en llegar. Sin embargo, han pasado tres años desde que entró en vigor un cese al fuego permanente. La mayoría de los soldados de a pie que antes pertenecían a las Farc han reconstruido su vida; muchos han formado una familia. Muy pocos anhelan regresar a los campos de batalla. Probablemente, la gran mayoría permanezca desmovilizada, junto con el liderazgo del partido de las Farc.

A pesar de ello, no deberíamos desestimar el peligro. Si el gobierno de Colombia no logra enderezar el rumbo del acuerdo de paz, en especial para que haya una mayor presencia gubernamental en la abandonada zona rural, el grupo de Márquez podría crecer hasta convertirse en una fuerza con unos cuantos miles de elementos. El surgimiento de un nuevo grupo guerrillero de ese tamaño debilitaría la razón por la cual Colombia eligió negociar con las Farc.

Tomado de The New York Time

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