Control ciudadano y “big data”, la fórmula de China contra el coronavirus
A través de los celulares de los ciudadanos, el gobierno y los comités de barrio controlan a la gente. Saben todo de ellos. Desde si estuvieron en zonas de riesgo hasta qué compraron.
El big data vigila a los chinos. Y se recurre a él para contener el coronavirus, que ya ha causado más de dos mil víctimas mortales y miles de infectados. Tanto que se opta por restringir viajes, cerrar fronteras e incluso poner en pausa las libertades. Como en una película de televisión del sábado por la tarde, el virus se expande sin control aparente, el ejército ya toma los mandos y el ciudadano vive recluido, a la espera de la vacuna definitiva. ¿Ficción? No para china” title=”china”>China.
El gigante asiático ve cómo desciende el número de contagios del también llamado Covid-19. Sobre todo en la provincia de Hubei, el epicentro de la epidemia. “Es real”, relataba hace unos pocos días el epidemiólogo canadiense al frente de la misión de la Organización Mundial de la Salud (OMS) desplazada a Wuhan, Bruce Aylward. Y en su opinión, añadía, las soluciones “contundentes y rápidas” de Beijing eran las que habían logrado frenar su avance, evitando miles de nuevos contagios. “Sus medidas son las únicas que sabemos que funcionan”, decía.
Porque los gobiernos vacilan. Y mientras el coronavirus retrocede en la República Popular, crece en Europa y Occidente. Es por eso que las instituciones sanitarias internacionales buscan una solución. Y no sin polémica, la OMS elogia la política oficial de Beijing –pese a sus consecuencias paralelas. La primera, el evidente peaje de un mayor control social en forma de –pero no sólo– nuevas app que identifican, analizan, clasifican y atenazan a sus ciudadanos.
¿El autoritarismo como solución?
“Lo de China era una situación muy particular. Fue al comienzo, cuando casi no teníamos información. Y supuso poner casi de rodillas al país, visto su impacto social y económico, etc. Fue un momento muy crítico. Y es de agradecer su política”, dice María Neira, directora de Salud Pública de la OMS. “Pero las medidas, en Europa, son apropiadas y proporcionadas. Nosotros no bendecimos el caso chino, sino que decimos que no había precedentes, y que en una democracia no hubieran sido posible mientras el régimen político allí lo permite”, agrega.
Primero llegaron las cámaras térmicas. Mediante inteligencia artificial, aún vigilan la temperatura corporal de los ciudadanos. Luego, el gobierno de Xi Jinping optó por restringir el libre movimiento en las zonas afectadas por la infección. También por recluir en sus viviendas a millones de personas. Y por mantener su estricto cumplimiento a pie de calle. Al final, innovó hasta desarrollar aplicaciones para los smartphone que, imitando al semáforo, clasifican a los ciudadanos hasta condicionarles qué hacer y con quién relacionarse.
La primera novedad hi-tech la describía la agencia de noticias estatal china, Xinhua. Destacaba la cooperación del gigante del comercio online Alibaba, que contribuyó a desarrollarla. Y profundizaba en cómo era capaz de identificar a las personas según tres colores: el verde, para quien puede moverse con libertad; el amarillo, para quien había estado en una zona con peligro de infección (razón por la que debía permanecer siete días en cuarentena); y el rojo para quien hubiera estado en contacto con zonas de alta afectación del Covid-19 (lo que obliga a permanecer catorce días en cuarentena). Todo para orientar a las autoridades locales y comités de barrio; a los encargados de controlar su uso sobre el terreno, y de aplicar sus consecuencias.
Con textos de El Clarín