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Dos hombres estaban cenando y, de repente, murieron: por fin se ha resuelto el enigma

Publicado por  El Confidencial

Olivier Boudin, 38 años; Lucien Perot, 69. Dos amigos que se conocían desde hace años. Dos compañeros que habían quedado una noche de agosto para beber, compartir risas y disfrutar de una buena cena. Al mediodía del jueves 4, en el jardín del chalet de Perot situado en la localidad de Authon-du-Perche, las autoridades levantaban sus cadáveres dispuestos alrededor de la mesa. “Uno estaba sentado en una silla, el otro tendido en el suelo. Sus cuerpos no mostraban ningún rastro aparente de agresión. Parecía que hubieran muerto de manera simultánea”, cuenta a ‘L’Echo Rèpublicain’ el fiscal Rémi Coutin.

¿Qué sucedió durante la cena? Es lo que se preguntaban hasta hace poco los vecinos de la pequeña localidad de 1.300 habitantes próxima a Chartres, en el departamento de Eure y Loir. Las hipótesis no tardaron en aparecer: “El suicidio colectivo, la ingesta accidental de alimentos nocivos o un veneno vertido por un tercero. En este caso estaríamos ante un acto criminal”, aclara Coutin.

Una escena que por su presentación parece sacada de una novela policiaca de Gaston Leroux. Tras varias semanas analizando las pruebas, el caso parece haber encontrado una explicación definitiva, aunque la resolución se sale, sin duda, de las conjeturas que más se barajaban tanto entre las autoridades como entre los conocidos de Boudin y Pierot.

Crónica de un misterio

“La noche del miércoles los dos estaban de parranda. Lucien, al que algunos llamaban ‘el abuelo’, vivía allí y había invitado a Olivier. Los podía ver desde el jardín de mi casa”, cuenta una vecina de Authon-du-Perche, principal testigo del suceso. François, propietario del bistrot Au Bon Coin, describe en ‘Le Parisien’ la relación de la curiosa pareja como más propia de un padre y un hijo: “Era su forma de vida, el sistema que habían establecido entre ellos, aunque nunca daban problemas. Es tan triste”.

Al día siguiente, los maullidos de su gato despertaron a la vecina sobre las 6 de la mañana. Tras abrir las ventanas de la habitación y distinguir el cuerpo de Oliver tendido sobre la hierba pensó: “que tendría todavía que dormir una buena mona”. Avanzada la mañana, la mujer se dio cuenta de que los hombres no habían movido ni un solo músculo durante varias horas, lo que acabó levantando sus sospechas.

En el pequeño jardín, la mesa estaba todavía dispuesta con tres platos y algunos cubiertos sobre un mantel a cuadros cuyos bordes ondeaban al compás de la brisa: “Era muy curioso, sus caras estaban tranquilas. Daba la impresión de que estuvieran realmente durmiendo”. Por temor a que cogieran una insolación, la vecina bajó hasta la casa, saltó la verja, e intentó despertar a los dos hombres vertiendo agua sobre sus rostros.

SegúnPatrice Leriget, alcalde de la localidad, parecía que ante semejante escena “el tiempo se hubiera detenido de forma súbita”. Ningún indicio en el jardín indicaba la posibilidad de un robo, de una disputa entre ambos o de la presencia de una tercera persona. Tras examinar los restos de comida (algunas sobras de carne, queso Camembert, alubias en conserva, una baguette y vino), las hipótesis de intoxicación alimentaria o envenenamiento quedaron también descartadas.

Lo que de verdad ocurrió

Las conclusiones definitivas se han extraído de los análisis forenses de los cuerpos. Lucien Perrot registraba una tasa de alcohol de 2,4 g/l en sangre, una cantidad que produce graves alteraciones en la coordinación motora, problemas perceptivos y comportamientos impulsivos e impredecibles.

Semejante estado de embriaguez pudo ser el desencadenante para que Perrot acabara ahogándose al intentar ingerir 44 gramos de ternera que no habría masticado correctamente (el hombre, de hecho, carecía de numerosas piezas dentales): casi la mitad de un filete. “Pobre Lucian, lo conocía desde hace cinco o seis años, cuando se instaló aquí. Divorciado, se preocupaba muy poco por su salud”, cuenta su referido amigo François.

Respecto a Boudin, cabe destacar que sufría una cardiomegalia, una alteración congénita que supone un agrandamiento anormal del corazón. Al comprobar cómo su amigo se ahogaba y no poder hacer nada para salvarlo, Boudin acabó sufriendo un fuerte ataque cardíaco al que no pudo sobrevivir.

Los habitantes de Authon-du-Perche solo son capaces de calificar el suceso como absurdo. La vecina que descubrió los cuerpos reconoce, con todo, que “resulta tranquilizador que haya ocurrido de este modo. Lo que es seguro es que la intervención de un tercero está descartada”. En el pueblo echan ya de menos a la particular pareja: “No tenían enemigos, llevaban una vida tranquila, no de esas que terminan por un disparo de la mafia

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