El 04 de junio de 1922 nació Salomón Hakim. El cientifico Colombiano descubridor del Síndrome de Hakim
Salomón Hakim cuando murió tenía 82 años el 05 de mayo de 2011. Su nombre ha sido mucho más conocido que su persona y nada menos que por haber sido quien descubrió la hidrocefalia con presión normal, enfermedad conocida en el mundo de la ciencia como síndrome de Hakim.
Fue un descubrimiento que abrió el camino al estudio de las demencias reversibles.
Pero, además, fue también el creador del método que permite su tratamiento, con el cual ha beneficiado a millones de personas en el planeta: la válvula de Hakim.
Tataranieto, bisnieto, nieto, papá, tío y hermano de médicos. Eso fue Salomón Hakim Dow, hijo de padres libaneses que llegaron a Puerto Colombia en 1924 y se instalaron primera en Barranquilla (donde nació) y luego en Ibagué.
Podría pensarse que el mandato de la medicina le venía de su apellido (hakim, en árabe, significa galeno), pero la vena científica, al menos en su caso, le nació de la pura curiosidad.
¿Cómo funcionan las cosas?, fue la pregunta que se hizo desde niño. Ese interrogante lo llevaba a desbaratar cuanto aparato le caía en las manos para analizar su funcionamiento interno.
A pesar de que en Ibagué lo entusiasmaban mucho las clases de piano que tomaba en el Conservatorio Musical, a los 11 años sus papás lo enviaron a Bogotá como alumno interno del colegio San Bartolomé.
Allí, las horas de recreo prefería pasarlas en el laboratorio de física construyendo radios de galena (mineral que se usaba en los radios primitivos), que vendía a sus compañeros para ganarse unos pesos y comprar aparatos para experimentar.
Cuando llegó el momento de elegir carrera profesional, Hakim optó por la medicina, no solo por su vocación familiar, sino por lo obvio: “Qué mejor laboratorio que el cuerpo humano”, dijo aquella tarde, entusiasmado.
Se graduó como médico en la Universidad Nacional y viajó a Boston a especializarse en la Clínica Lahey de Massachussets, en neurocirugía.
El sistema nervioso, como conjunto de conexiones; el cerebro, como campo para explorar. -Tengo intención de volver al laboratorio. Esas fueron las últimas palabras que su hijo, Fernando Hakim, también neurocirujano, recuerda haberle oído a su papá hace pocos días. “Le pregunté cuáles eran sus deseos al salir de la clínica y me respondió eso”. Pero, no salió.
Estuvo hospitalizado en la Fundación Santa Fe porque un coágulo que antes le había afectado una pierna le llegó a su cerebro. El cerebro, precisamente, lo que tanto quiso y logró estudiar. Porque fue él quien creó la manera de recuperar a muchos de una enfermedad cerebral que incluso les impedía caminar.
“Primero Dios y después el doctor Salomón Hakim”, dijo Octaviano Fandiño, un paciente que después de haberse visto postrado, sin poder caminar, sin memoria ni concentración, fue diagnosticado con la hidrocefalia con presión normal, recibió la válvula y recuperó su vida. Como él, tantas otras personas.
A principios de la década de los 50, de regreso de su especialidad en Estados Unidos y ya casado con la caleña Ivette Daccach, Salomón Hakim entró a formar parte del equipo de neurocirujanos del Hospital San Juan de Dios.
En esos años, empezó el descubrimiento de la enfermedad. Lo hizo al observar el caso de un joven que había entrado al hospital con síntomas de hidrocefalia.
Hakim notó que el muchacho tenía los ventrículos cerebrales aumentados de tamaño – síntoma claro de esta enfermedad-, pero la presión del líquido cefalorraquídeo estaba normal.
¿Cómo era posible eso?, se preguntó. Después de muchos estudios, llegó a esta conclusión (que le vino más de su conocimiento de la física electrónica que de la medicina): “Una presión normal para un ventrículo de tamaño normal, deja de ser normal para un ventrículo que está aumentado de tamaño”. En la búsqueda de cómo estabilizar la presión, terminó por crear la válvula.
No era la primera en el mundo, pero sí era novedosa por su mecanismo, su tamaño y su material. Si bien este instrumento lo hizo reconocido, y se usa en todo el planeta -se calcula que unas 100 mil personas lo reciben al año-, el más grande aporte de Hakim fue el descubrimiento de este tipo de hidrocefalia, caracterizada por la presencia de tres síntomas sumados: incontinencia urinaria, trastorno de la marcha y deterioro intelectual.
“Todavía hoy, muchas personas son diagnosticadas con alzheimer cuando en realidad tienen hidrocefalia con presión normal, síndrome que tiene tratamiento”, afirma Fernando Hakim, quien junto a sus hermanos Carlos y Rodolfo se acostumbró a pasar sus horas de niño en el laboratorio del papá.
Carlos, ingeniero biomédico, se volvió la pareja de trabajo ideal para Salomón Hakim estos últimos años, en los que estuvo dedicado a estudiar la mecánica de la cavidad craneana y mejorar el funcionamiento de la válvula, que hoy ya es de presión programable según las necesidades de cada paciente.
La importancia de sus investigaciones lo llevó a recibir el ofrecimiento de establecer su laboratorio en los Estados Unidos, pero Hakim optó por mantener su lugar de acción en Colombia, en el norte de Bogotá, donde avanzaba día a día en sus estudios del cerebro, con base en una cámara de presión variable elaborada con sus propias manos.
“Los que no valoran este país es porque no conocen el resto”, decía. No obstante, habría que decir que la importancia del doctor Hakim Dow fue más reconocida fuera de Colombia. En eso está de acuerdo el médico Roberto Esguerra, ex director general de la Fundación Santa Fe y alumno de Hakim en sus años de residente en el Hospital Militar. “Desgraciadamente, el país no sabe la importancia que tenía el doctor Hakim en el mundo -dice Esguerra-.
Era un científico verdadero, reconocido por la seriedad y la profundidad de sus investigaciones. Más de 60 años después, sus aportes siguen vigentes”.
Aunque sus válvulas hubieran entrado ya a la alta tecnología -de la mano de multinacionales como Johnson y Johnson (en asocio con la firma relojera suiza Tissot, pues se trata de un instrumento de altísima precisión)-, él siempre se mantuvo al tanto de dirigir los detalles de su fabricación.
También solía asistir a muchas conferencias por diferentes países a las que lo invitaban para que hablara del síndrome y sus características. Los muchos premios y distinciones que recibió, los agradecía, pero los guardaba.
“Lo que importa son las ideas”, solía repetir, y por eso no dejaba de preguntarse. Nunca. No dejaba de hacerlo ni siquiera cuando su mente tomaba un descanso para sentarse a reposar ante su piano Steinway e interpretar algunas de sus valses preferidos de Chopin. Era un alma de científico, al fin y al cabo.
Recopilación con datos del Diario EL TIEMPO