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El baile de los vencidos.
Por Esteban Jaramillo Osorio.
Las cosas son como son y no como se quieren ver.
En cinco fechas, cinco técnicos despedidos, en el baile de los derrotados en el futbol colombiano.
Contratados como buenos, como cabezas visibles de ruidosos proyectos, cayeron en desgracia, como chivos expiatorios, sin justificar con rendimiento su permanencia.
Tapa huecos algúnos, de estómago otros, regalados al primero postor, en el baile sin fin de entrenadores que saltan con habilidad de un lugar a otro, víctimas de la incapacidad de los futbolistas y su falta de preparación, o precaria actualización.
En un juego de palabras, con doble sentido, dirigentes y periodistas justifican los despidos. Luego los mismos periodistas los recomiendan sin pudor a otros clubes, que los firman por el impacto popular y no por sus conocimientos, o sus capacidades.
Entrenadores de futbol, el poder pretencioso e inestable.
Pocos dejan huella, porque no saben entrenar, no proyectan valores en formación, les cuesta consolidar un equipo competitivo y carecen de firmeza al liderar en tiempos de crisis.
En el camino, dejan una lista larga de jugadores recomendados, con saltos constantes, entre la enfermería, los bancos de relevos y la tribuna, sin jugar.
La liga marcha sin sobreponerse a las lamentadas partidas de las figuras del torneo anterior como Chicho Arango, Campaz y Borja y el protagonismo de veteranos con esporádico rendimiento, en la ruta declinante de sus carreras.
No es la liga la despensa de la selección, como se afirma, y tampoco es auspicioso el presente de los elegibles, comprometidos en su estabilidad, rendimiento, las lesiones o la indisciplina.
Lo peor pasa por James Rodríguez, con futuro incierto, desacreditado, en conflicto consigo mismo, generando polémicas, con un aire extravagante y provocador.
Pobre el técnico Rueda. A remar contra la corriente, río arriba, bajo presión, porque él, como todos los entrenadores, depende de los resultados. Así es este juego. Se gana o adiós.