El papa Francisco llega a Chile para salvar a su iglesia, la más débil de la región
Francisco trata de cambiar la imagen de una iglesia arrasada por escándalos de abusos sexuales y una sociedad cada vez más laica.
Chile sigue siempre un ritmo aparte del resto de la región. Por eso el primer Papa latinoamericano, que ha realizado varios exitosos viajes a su continente, donde es recibido siempre con entusiasmo, llega a Chile con una misión diferente: salvar a una iglesia en graves problemas, acorralada por varios escándalos de abusos sexuales en el país latinoamericano que, con Uruguay, tiene un porcentaje menor de católicos y mayor de ateos. “Para mí no será un viaje difícil. Estudié aquí y tengo muchos amigos y conozco bien Chile”, trató de minimizar el Papa de camino a Chile para seguir hacia Perú. Estará tres días en cada país.
La crisis que vive la iglesia chilena es tan evidente que ni siquiera sus máximos responsables lo niegan. “El Papa va a encontrar una iglesia que está en crisis. Y no niego que parte se debe a una situación concreta que ha vivido estos años la iglesia en Chile, con los casos de abusos. Son casos gravísimos. Pero las crisis son siempre una oportunidad de mejorar”, admitía en el periódico chileno La Tercera Ricardo Ezzati, arzobispo de Santiago, pocas horas antes de la llegada del Papa.
El asunto de los abusos es uno de los más sensibles de la visita, que tiene otras cuestiones delicadas, en especial el encuentro con los mapuches y el probable apoyo del Papa a la causa de los pueblos originarios de América. En los últimos años se han producido más de 80 denuncias de abusos, y una de ellas es especialmente delicada porque Francisco nombró obispo de Osorno a Juan Barros, al que las víctimas del sacerdote Fernando Karadima, condenado y apartado de la Iglesia, reprochan su cercanía al abusador. Barros sufrió manifestaciones cuando fue nombrado obispo pero sigue en su puesto. Francisco llegó a decir que Osorno sufre “por tonta”, porque “no hay ninguna prueba” contra Barros, al que siempre ha defendido. Algunas víctimas de Karadima, en su mayoría chicos de clase media acomodada y de familias muy conservadoras cercanas a la Iglesia, han intentado que el Papa les reciba pero de momento no está previsto.
La visita, negociada como todas desde hace más de un año, se ha ido complicando poco a poco hasta el punto de que han surgido incluso grupos que han atacado cinco iglesias y rechazan el coste de la visita papal. Santiago está blindado para la llegada de Francisco, en especial la zona de Providencia, donde está la Nunciatura, y el parque O’Higgins, donde ofrecerá una misa masiva para la que esperan 400.000 personas. El Gobierno chileno insiste en que se trata de grupos “pequeños, con capacidad de acción limitada”. Estos ataques no tienen apoyo social, pero el coste de la visita sí está generando un debate en algunos sectores en una sociedad que ha evolucionado hasta convertirse en una de las la más laicas de Latinoamérica.
Chile pierde fieles católicos de forma acelerada. En una reciente y respetada encuesta regional, el Latinobarómetro, se detalla que mientras en el cercano Paraguay el 89% de los ciudadanos se declara católico -80% en México y 73% en Colombia o Perú- en Chile baja al 44%. Pero lo más inquietante es que no hay una competencia con los evangelistas, como en otros países, en especial en Centroamérica y Brasil –en Guatemala llegan al 41%- sino que el verdadero rival es el ateísmo, ya que el 38% de los chilenos dice que no tiene ninguna religión, un récord regional que dobla la media. El desplome desde 1995 de los que se declaran católicos ha sido de casi 30 puntos. En Argentina, el país del Papa, el 21% se declara sin religión y el 66% católico.
El Papa viene a salvar a la Iglesia chilena, pero él tampoco sale bien parado. Mientras en Paraguay el Papa Francisco recibe una media de 8,3 en una escala del 1 al 10, Chile es el país que peor lo valora con un 5,1. Además, está perdiendo puntos con los años. La confianza en la iglesia chilena, que también es la más baja de los 18 países analizados, se desplomó con el caso Karadima. Además, la sociedad chilena está cada vez más alejada de sus élites, algo que está devorando a la clase política que pilotó la transición desde la dictadura de Augusto Pinochet.
La visita es muy diferente a la última llegada de un Papa a Chile, en 1987, cuando Juan Pablo II viajó en plena dictadura. Francisco ya ha anunciado que recibirá a algunos familiares de desaparecidos de Pinochet. La iglesia chilena, al contrario que la argentina, fue crítica con la dictadura y tuvo choques importantes con Pinochet. Pero en los últimos tiempos ha tenido una deriva conservadora que la ha alejado poco a poco de sus fieles. Y ahí es donde entra Francisco, el Papa latinoamericano que fue elegido entre otras cosas para frenar la sangría en su tierra.
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