El presidente Macron les pidió a los jugadores que lleven la Copa a Francia
¡Francia está en la final y el país se convirtió en una fiesta!. Después del sufrimiento de los 90 minutos, de cada exhalación cuando Kylian “Kiki” Mbappe corría, Lloris atajaba, la defensa se solidarizaba y no dejaba avanzar a los belgas, los franceses suspiraron, se abrazaron y descorcharon el champagne para respirar un aire que conocieron en 1998, cuando- como ahora – llegó a la final y ganó el Mundial.
El lugar elegido es el de siempre. Los Campos Elíseos, la avenida más linda del mundo que está en París, convocó espontáneamente a todos. La circulación se interrumpió y una marea humana bloqueó todo. “Estamos en la final”, repetía la gente. Una escena y una frase que no se repetían desde 1998.
En el Hotel de Ville, la municipalidad de Paris, la policía pedía que no fuese mas gente porque la plaza estaba repleta con 20.000 personas que gritaban “¡Vive la France!” y “¡Allez les bleus!” como si ya jugaran la final del domingo contra croatas o ingleses. Por razones de seguridad, la alcalde Ana Hidalgo pidió que la gente fuera temprano para atravesar los controles de seguridad, sin mochilas ni carteras.
Con Francia en estado de alerta por un atentado, organizar la logística para reunir a 20.000 personas es siempre un desafío. Pero en Los Campos Elíseos una multitud celebró con los colores “bleu-blanc-rouge” iluminando el Arco del Triunfo. Más de medio millón de personas cubrieron la avenida, cantando, bailando y abrazándose. Unidos y sin miedo. Hubo algunos incidentes menores con una treintena de heridos leves.
La selección francesa jugó el partido de su vida y Didier Deschamps, su seleccionador, consiguió reunir las mejores cualidades de un equipo. Eficacia, inteligencia, fuerza, armonía, complicidad y solidaridad. Era como una orquesta sinfónica que corría detrás de la pelota, con una defensa que bloqueaba a los belgas con estilo. Hasta en el gol hubo un toque de “savoir faire” francés. El presidente Emmanuel Macron se acercó al rey de Bélgica en el palco oficial del estadio en Rusia y lo saludó con un apretón de manos muy deportivo.
Samuel Umtiti , con padre de Camerún, cambió el humor de los franceses con su cabezazo para conseguir el 1 a 0. ”Es algo excepcional”, dijo Didier Deschamps, el DT francés y ex campeón, discreto y feliz con sus chicos.”Tengo un gran orgullo por este equipo. Hace 49 días que estamos juntos y todo ha pasado bien desde el inicio. Vamos a celebrar, pero desde este miércoles nos prepararemos con todo para la final”, prometió. Poco importa el adversario: para ellos es “la final”.
Thierry Henry, asistente del seleccionador belga y ex goleador francés en la selección mundialista , los abrazaba a cada uno, como si el triunfo también fuera suyo. “Es inimaginable. Es el sueño de toda una vida”, declaró Mbappé, que aún no cuenta los millones que vale después de este Mundial mágico. En Bondy, su ciudad, en los suburbios de Paris, también están de fiesta y todos corean su nombre.
El 1 a 0 sobre Bélgica depositó a Francia en la final del Mundial de Rusia, pero lo más importante para la república es que será un final de reconciliación interna para su propia sociedad. El equipo es Francia. Poco importa si son negros, blancos o árabes. Son todos franceses, hijos de la escuela republicana, tercera generación de la inmigración que hizo grande la industria del país y que en pleno populismo racista en Europa, podrá mostrar que la solución para la integración es el deporte, la educación, la disciplina y la hermandad. Un espíritu como el del 98, pero que debe perdurar para reconciliar a Francia. A los unos y a loa otros, en tiempos de tensión social, especialmente en los suburbios y con la policía.
Francia-Bélgica es el Boca River entre los dos países. El mayor enemigo del equipo francés es implacable, como se vio en el match.
Es la locura en Francia: por tercera vez en la final de la Copa del Mundo. Paris es una fiesta. Banderas francesas al viento, camisetas de la selección actual o con los nombres de Zidane, Platini o Mbappé si son más jóvenes, cornetas y tamboriles,.
“¡El que no salta no es francés!”, gritaban los jóvenes en la plaza de la Concorde, rumbo a la avenida más linda del mundo.Como si fuese en el Obelisco porteño. Cornetas, bengalas, pitos y todas las generaciones unidas en la alegría y en la victoria.
Textos y foto tomadas de