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El pueblo en el Ártico donde está prohibido morir

La pequeña localidad de Longyearbyen, con poco más de 2.000 habitantes, se encuentra en el archipiélago de Svalbard en el Círculo Polar Ártico. Aunque está bajo soberanía de Noruega tiene sus propias leyes. Es obligatorio portar un arma si sales del casco urbano por si te encuentras con un oso polar y casi que es ilegal morirse. Desde hace más de 50 años están prohibidos los entierros: las bajas temperaturas retrasan la descomposición de los cuerpos y los virus podrían mantenerse activos, por lo que solo te pueden enterrar si eres incinerado.


Cuesta pensar que vivir tan al norte del planeta pueda ser asequible e incluso divertido. Pero parece que la vida en el helado valle de Longyearbyen es posible. Al tradicional pueblo minero desde el siglo XIX, se han unido los científicos e investigadores y ahora, los turistas atrevidos en busca de experiencias diferentes.
La web visitsvalbard.com ofrece las bondades de viajar a este recóndito lugar del planeta donde se puede disfrutar del sol de medianoche o de unas espectaculares auroras boreales, mientras se hacen expediciones a glaciares o se viaja en trineo tirado por perros.
Para mantener la ciudad y no perjudicar demasiado al medio ambiente, las autoridades han establecido sus particulares leyes y costumbres. Los renos, perros árticos y hasta osos polares viven cerca de los humanos. Todo aquel que vaya a vivir en Longyearbyen debe aprender a usar un arma y es obligatorio llevarla cuando sale en trineo o moto de nieve fuera del núcleo urbano. La posibilidad de encontrarse con un oso polar es elevada.
Pero una de las leyes más extravagantes es la de que está prohibido morir en esta isla. Ante el miedo de generar una pandemia en el pueblo, que pudiera extenderse, las autoridades obligaron a toda persona gravemente enferma a trasladarse al continente para ser tratado.
Los científicos descubrieron en los años 50 que los cuerpos enterrados hace años en el cementerio local tardaban mucho tiempo en descomponerse debido a las bajas temperaturas de la zona. El peligro de que algún virus letal se mantuviera activo en los cuerpos, obligó a las autoridades a prohibir los fallecimientos en la ciudad, y tampoco los enterramientos, salvo aquellos que fueran incinerados.
Texto y fotos de 

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