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Huawei se sitúa en la diana de la nueva Guerra Fría entre EE.UU. y China

Washington teme que el régimen de Pekín esté tras este gigante de las comunicaciones

La detención en Canadá de Meng Wanzhou, hija del fundador de Huawei y directora financiera de la compañía, ha puesto en el objetivo a este gigante chino de las telecomunicaciones, al que Estados Unidos investiga por, presuntamente, haber violado las sanciones contra Irán.

El arresto y posterior libertad bajo fianza de Meng Wanzhou, sobre la que pesa una orden de extradición pedida por un tribunal de Nueva York, es la última batalla en la guerra comercial entre Washington y Pekín. Curiosamente, Meng fue detenida mientras hacía un transbordo aéreo en Vancouver el 1 de diciembre, el mismo día que Trump y Xi Jinping acordaban una tregua de tres meses durante la cumbre del G-20 celebrada en Argentina. Saltándose la independencia entre poderes que rige cualquier democracia, Trump ha reconocido que intervendría en la liberación de la ejecutiva de Huawei a cambio de un buen acuerdo en la guerra comercial con China. Unas declaraciones que alimentan las acusaciones de Pekín sobre las motivaciones políticas de este caso y azuzan sus ganas de venganza.

Pero, como la economía china ya está sufriendo los aranceles de EE.UU. porque le exporta más de lo que importa, el régimen ha empezado a ofrecer concesiones mientras dirige contra Canadá sus represalias por la detención de Sabrina Meng, como también es conocida la hija del fundador de Huawei. Al tiempo que Pekín ha prometido a las empresas extranjeras acceso a su plan tecnológico «made in China 2025» y pospuesto tres meses la subida de aranceles a los coches estadounidenses, ha detenido a tres canadienses. Dos de ellos, Michel Kovrig y Michael Spavor, han sido arrestados por, supuestamente, «dañar la seguridad nacional». Mientras Meng Wanzhou ha comparecido con su abogado ante la Corte Suprema de la Columbia Británica, que la ha puesto en libertad bajo fianza con el aval millonario de sus mansiones en Vancouver, los canadienses siguen «desaparecidos». Bajo la ley del autoritario régimen chino, las autoridades pueden confinar hasta seis meses a los sospechosos para ser interrogados sin acceso a un letrado que los defienda ni a su familia.

En medio de esta gravísima crisis diplomática aparece Huawei, diana de la nueva Guerra Fría entre EE.UU. y China. Con 180.000 empleados y unos ingresos que este año superarán los 100.000 millones de dólares (88.000 millones de euros), Huawei fabrica la mitad de las redes mundiales de telecomunicaciones y superó en verano a Apple como segunda marca de móviles. A tenor de Bloomberg, Huawei batió en 2015 a otra de las mayores compañías estadounidenses de telecomunicaciones, Cisco, que lleva desde entonces estancada en unos ingresos de 50.000 millones de dólares (44.000 millones de euros) mientras la china va a doblar esa cantidad este ejercicio fiscal. Un éxito que la ha erigido en buque insignia de la industria china, que se mira en Huawei para reconvertir la «fábrica global» en empresas tecnológicas de vanguardia que conquisten el mundo no solo por sus baratos productos, sino también por su calidad e innovación.

Mercado estadounidense

A pesar de su expansión mundial, Huawei tiene problemas para acceder al mercado estadounidense por miedo a que ponga en peligro la seguridad nacional, ya que su fundador, Ren Zhengfei, es un antiguo ingeniero del Ejército chino que pertenece al Partido Comunista. Aunque Huawei dispone de centros de investigación en EE.UU., únicamente sirve a operadoras americanas de segundo y tercer nivel y un comité de seguridad gubernamental rechazó en febrero de 2011 su oferta por una firma informática de California, 3Leaf Systems. Sus esfuerzos por entrar en este importante mercado, apoyados por importantes gastos en relaciones públicas y haciendo «lobby» en Washington, se han visto siempre contrarrestados por la preocupación del Congreso y sus distintas administraciones públicas sobre la seguridad nacional. Estas sospechas le han cerrado a Huawei las puertas de las principales compañías telefónicas estadounidenses, como Verizon y AT&T, renunciando esta última incluso a comercializar sus móviles. Temiendo que sus equipos escondan un «caballo de Troya» al servicio de Pekín, Australia, Nueva Zelanda, Reino Unido y Japón también han vetado en los últimos meses a Huawei en sus redes de internet 5G, lo que supone un duro revés para su imagen internacional.

Hasta la UE, donde Huawei está fuertemente implantada, ha expresado recientemente su «miedo» a las compañías tecnológicas chinas por boca del vicepresidente de la Comisión Europea para el Mercado Digital, Andrus Ansip. Unas declaraciones que han «sorprendido y decepcionado» a Huawei, que ha rechazado en un comunicado «que podamos representar una amenaza para la seguridad». En dicha declaración, la multinacional asegura que «ningún gobierno le ha pedido a Huawei que construya puertas traseras».

Pero la sombra de la sospecha se cierne sobre esta firma y amenaza su crecimiento. Fundada en 1987, Huawei empezó renovando las arcaicas centralitas telefónicas de la China rural con el centenar de empleados que tenía en 1992. Entre sus modelos para el campo destacaban algunos «a prueba de ratones» con cables especiales antirroeduras. Cinco años después, dicha experiencia le sirvió para dar el salto a naciones en vías de desarrollo de Asia y África. En 2000, los ingresos rebasaron la barrera psicológica de los 100 millones de dólares y, en 2004, firmó su primer contrato en Europa con la operadora holandesa Telfort. Desde entonces, Huawei no ha hecho más que crecer de forma exponencial y, en 2006, los ingresos de las ventas al extranjero superaron al mercado chino. Hoy hace negocios por todo el mundo, pero podría haber quedado tocada por la sombra de la sospecha.

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