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La conexión entre terremotos, huracanes y el cambio climático

Ante los recientes desastres naturales, el ser humano busca darles sentido y suele preguntarse si éstos están relacionados entre sí o si este tipo de fenómenos se están incrementando. Pero, ¿realmente tienen que ver entre sí, o es simplemente este deseo humano de conectar las cosas y proyectar significado a la naturaleza? y ¿realmente están incrementando su frecuencia, o se trata solamente de que somos más conscientes de ellos por la magnificación de los medios digitales? Eso es lo que intentaremos entender en este artículo.

Los huracanes de categoría cinco, como alcanzaron Irma y María, son considerados los eventos más destructivos de la naturaleza, la furia de viento y agua. Diversos datos muestran que los huracanes de categoría tres y más están volviéndose un poco más comunes. En el Caribe, desde que se tienen registros en 1851, ha habido 33 huracanes de categoría 3 o más; 23 de ellos se han formado desde 1961, 11 en los últimos 14 años. Aunque en parte estas cifras pueden deberse a la mejora en el equipo de monitoreo, incluso midiendo sólo desde que ya se tiene tecnología satelital, el incremento persiste. Los huracanes más fuertes requieren de un océano excepcionalmente caliente para intensificarse, es por eso que tenemos una “temporada de huracanes” cerca del verano; estos sistemas furibundos aparentemente se están alimentando de las temperaturas del Caribe que han alcanzados niveles históricos. Según los científicos del clima, desde 1970, los océanos han retenido el 90% de la energía excedente del calentamiento global.

El huracán Harvey representa un fenómeno sin precedentes que algunos sugieren que tiene que ver con el cambio climático. Generalmente, las tormentas pierden intensidad al acercarse a la Tierra. En 30 años de registros, ninguna tormenta el oeste de Florida se ha intensificado en las últimas 12 horas antes de hacer contacto con la Tierra. Pero Harvey sí lo hizo, logrando categoría 4 horas antes de que impactara la costa de Texas. Lo raro de esto que el agua se mantuvo caliente para que Harvey pudiera seguir aumentando su poder, algo inédito.

Aunque esta ciencia se encuentra todavía en etapas iniciales, existe cierto consenso sobre la relación entre el clima y los huracanes. Según Kerry Emanuel, especialista del MIT, entre más suben las temperaturas más podemos esperar tormentas intensas como Harvey, Irma y María.

Los huracanes, a grandes rasgos, convierten energía de calor en energía de viento, y con más energía en el mar por el calentamiento global, simplemente hay más energía disponible. Debido a que existe consenso en que la actividad humana, particularmente la emisión de combustibles fósiles, está produciendo un calentamiento global, algunos científicos empiezan a decir que lo que está ocurriendo ya no debe llamarse solamente un “desastre natural”, en tanto que existe una injerencia humana.

Muchos mexicanos se sorprendieron por la trágica coincidencia de dos sismos de alta magnitud un 19 de septiembre (en 1985 y 2017, y uno antes este año, el 7 de septiembre). Aunque para la conciencia popular mexicana septiembre será el mes de los temblores, científicamente no existe una correlación significativa entre la temporada del año y la frecuencia de terremotos, a diferencia de los huracanes. No existe una correlación estadística significativa entre el calor y los terremotos (algo en lo que creían los griegos). El hecho de que los huracanes y los temblores parezcan coincidir en el tiempo tiene que ver simplemente con que las áreas propensas a huracanes y tormentas suelen ser también susceptibles a temblores, lo cual aumenta la posibilidad de que estos eventos coincidan. Dicho eso, al parecer los huracanes sí pueden influir en la generación de sismos, pero no inmediatamente. Algunos sismos de gran magnitud, por otro lado, sí pueden generar otros sismos en otra parte distante del planeta, como ocurrió con el reciente temblor de Sumatra, algo que, no obstante, es bastante raro.

Los terremotos se producen debido a la acumulación de energía (una especie de estrés telúrico). Cuando se acumula suficiente energía, se desprenden las placas tectónicas que se encuentran enlazadas (lo cual impide que se libere la energía acumulada). La energía que detona finalmente un sismo puede producirse por dislocaciones de segmentos en la corteza terrestre, erupciones volcánicas o explosiones humanas. Asimismo, existen teorías que sugieren que la energía gravitacional potencial almacenada en la configuración de elementos de la Tierra es la fuente de energía de los terremotos. Un temblor supone siempre un reacomodo de la corteza terrestre, en el cual disminuye la inercia e incrementa la velocidad angular. Esto hace que los grandes terremotos (como el de Chile del 2010 y el de Japón del 2011), al incrementar la velocidad angular, hagan que disminuya levemente (a nivel de microsegundos) la duración del día.

Sobre la relación entre los terremotos y el cambio climático hay algunos trabajos interesantes. Uno es el del profesor Bill Maguire del University College de Londres, quien sostiene que la retirada de los casquetes glaciales debido al calentamiento global puede tener numerosos efectos, que incluyen terremotos. Otro que podría tener algo que decir al respecto es Chi Ching Liu, del Instituto de Ciencias de la Tierra de Taipei, quien sostiene que existe una correlación entre tifones y terremotos, sugiriendo que una reducción de la presión atmosférica (lo cual caracteriza a estos sistemas del Pacífico, equivalentes a los huracanes) es suficiente para hacer que las fallas sísmicas se muevan y desprendan estrés acumulado. Como señala el geofísico John McCloskey, una falla sísmica que ha reunido energía a veces no necesita más que “la presión de un apretón de manos”. Sin embargo, este vínculo observado no es inmediato; un huracán podría causar un terremoto, pero meses o años después.

Según Shimon Wdowinski de la Universidad de Miami, en algunas partes de los trópicos, grandes terremotos tienden a formarse después de huracanes o terremotos excepcionalmente fuertes; esto parecería haberse presentado en el terrible terremoto de Haití en el 2010, el cual podría habría tenido que ver con la erosión de la tierra producida por las tormentas del 2008. Posiblemente, las inundaciones lubrican las fallas telúricas. O, como sugiere Wdowinski, la erosión de derrumbes de las lluvias torrenciales reduce el peso de una falla y le permite moverse más fácil. Una asociación similar ha sido observada en el caso del terremoto de Nepal del 2015, posiblemente relacionado a la temporada de verano de los monzones. Si estas tormentas están vinculadas al cambio climático, parece lógico decir que los terremotos también lo están.

A. Surajal Sharma, físico de la Universidad de Maryland, cree que los eventos naturales no existen en aislamiento, sino que forman parte de una memoria de la evolución del planeta, al cual considera un sistema holístico. “El sistema de la Tierra como un todo, en el cual existen huracanes, inundaciones, terremotos, tormentas solares y demás, es un sistema integral. Así que la memoria de todo el sistema afecta eventos extremos”, señala.

Para concluir debemos mencionar que aunque la ciencia climática, la meteorología y la geología han hecho grandes avances, en lo que concierne a la relación entre estos diferentes fenómenos, sus causas y el entendimiento del planeta como un sistema holístico existen indudablemente muchas cosas que permanecen desconocidas y que podrían en un futuro revelar una mayor interconexión e interdependencia. Por ahora, parece muy probable que los huracanes y los terremotos tengan una relación y esto mismo parece estarse intensificando con el cambio climático.

Textos y foto de Pijamasurf.com

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