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La nueva generación que cultiva el campo colombiano

Publicación del Espectador de Colombia. Textos de la periodista Maria Alejandra Medina.

Juliana Trejos tiene 15 años, pero habla con la propiedad de una mujer adulta, educada y empresaria, que no se deja intimidar por un escenario. Se expresa con elocuencia, no duda nada entre palabra y palabra, mientras cuenta que por voto popular logró ser la gobernadora de su colegio, que le ayuda a su abuelo con el cultivo de café y que al mismo tiempo está haciendo estudios técnicos en operación de servicios turísticos. Juliana es de piel morena y pelo negro, largo y muy liso. Forma parte de la comunidad Las Estancias, del resguardo indígena Nuestra Señora de la Candelaria, de Riosucio, Caldas. Agradece haber nacido en el campo y allí quiere vivir toda su vida.

En diciembre estuvo en Bogotá y participó del Congreso Nacional de Cafeteros. La Federación de los productores la invitó para hablar sobre el modelo educativo que se implementa en donde ella cursa undécimo grado, el mismo que ha sido resaltado por el Banco Interamericano de Desarrollo, por la comisión de expertos de la Misión para la Transformación del Campo, que ha servido de inspiración para un país como Vietnam y sobre el cual ahora están puestos los ojos, con miras a la educación en el llamado posconflicto. “En Caldas, el que no estudia es porque no quiere”, dice Trejos.

Más extraordinario que la charla de Juliana es encontrar en el departamento decenas de jóvenes como ella, que no tienen siquiera la edad para pedir un crédito en un banco, pero que contabilizan sus cultivos y animales en miles de árboles de café o plátano, en centenas de aves. Narran cómo han logrado financiar sus fiestas de 15 años o las motos y camiones con los que se desplazan entre vereda y vereda. También describen cómo han conformado asociaciones para facilitar la transformación de sus productos, porque una de las características de la metodología educativa denominada Escuela Nueva es la insistencia en el trabajo en equipo.

Según Elsa Inés Ramírez, coordinadora del Área de Educación del Comité de Cafeteros de Caldas, Escuela Nueva es un bien público que desde hace 34 años su departamento ha sabido aprovechar. Hoy atiende el 100% de la educación rural, cerca de 55.000 niños y jóvenes, en 960 sedes educativas, incluidas las de Manizales. Para Ramírez, la clave de la fortaleza del sistema está en la alianza público privada que sostiene el modelo. Es una APP compuesta por 16 actores y liderada por el Comité de Cafeteros. Involucra a la Gobernación, municipios, la electrificadora del departamento (Chec) y a Isagén. “Técnica o financieramente todos aportamos recursos”, dice la coordinadora.

Escuela Nueva se implementa a nivel nacional y ha sido un recurso para llevar la educación primaria a zonas rurales dispersas, con uno o dos maestros que dictan los contenidos de primero a quinto. Se basa en un currículo –lenguaje, matemáticas, ciencias naturales, entre otras– y guías de aprendizaje, dirigidas a maestros y alumnos, enmarcadas en una metodología para fortalecer la participación en la comunidad, la democracia, el liderazgo y la gobernanza. Sin embargo, lo que el Ministerio de Educación reconoce es que el departamento de Caldas le ha dado un valor agregado.

Allí, el modelo ha sido adaptado para que los niños aprendan contenidos pertinentes para su contexto. Desarrollaron, por ejemplo, el programa Escuela y Café, para adquirir conocimientos relacionados con la caficultura, fundamental para el departamento. La idea es ayudarles a estructurar un agronegocio propio, pero también un proyecto de vida y fortalecer su arraigo en la región.

Un gran impulso son los recursos económicos que les entregan la alianza y los colegios, préstamos o fondos no reembolsables, que pueden ir desde algunos cientos de miles de pesos hasta varios millones, que se invierten en los proyectos agropecuarios que tiene cada estudiante en su casa, supervisados por un profesor. Jan Carlos Sánchez, por ejemplo, empezó con $166.000 y 15 pollos. En séptimo grado, se dio cuenta de que las gallinas ponedoras son más rentables. Con $8 millones hizo la infraestructura y comenzó con 300 animales. Hoy tiene 1.600.

La educación es gratuita. Los padres sólo deben devolver parte de la inversión que la alianza público privada hace en sus hijos en caso de que deserten o pierdan el año. La cifra de deserción que tiene el Comité de Cafeteros es de 5,6 %. Esa tasa a nivel nacional en los colegios oficiales es cercana a 3,26 %. Pero si hay algo de lo que se sienten orgullosos es del bajo nivel de deserción en los niveles técnico y tecnológico en comparación con los números del resto del país. Mientras que a las carreras técnicas y tecnológicas renuncia entre el 56 y el 52 %, respectivamente, de la educación superior con metodología Escuela Nueva sólo deserta el 4,68 %.

Esa oferta se llama Universidad en el Campo –en Manizales se llama “Universidad en tu Colegio”– y fue el último gran paso que dio Escuela Nueva en Caldas, en 2007. En los ochenta, la apuesta fue llevar la primaria al área rural, y en los noventa, el bachillerato. “Le arrebatamos una gran población a la guerra, porque cuando los muchachos en el año 89 y 90 terminaban el grado quinto, eran entrenados para entrar a la guerrilla”, cuenta Carmen Monroy, rectora de la institución educativa Hojas Anchas.

En el nuevo milenio eso dejó de ser suficiente y a la alianza se sumaron universidades como la Católica, la de Manizales y la de Caldas. En décimo y undécimo los jóvenes estudian los sábados y a veces lo domingos, orientados por un profesor universitario que los visita en su municipio para que, cuando se gradúen, salgan también con un título técnico.

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