La pulga que inició un viaje de cinco siglos por la historia de la ilustración científica
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Es posible que el nombre de Robert Hooke (1635-1703) no le suene. Sin embargo, fue él quien teorizó la ley de la elasticidad que dio lugar a los muelles, descubrió el primer sistema binario con dos estrellas, fue el responsable del establecimiento del punto de congelación del agua como referencia fija en el termómetro y bautizó a las células con ese nombre porque le recordaban a las celdas de los monjes. También rivalizó con Isaac Newton por la paternidad de la ley de la gravitación universal, asegurando que esas ideas estaban plasmadas en cartas anteriores que le había enviado a -en este caso sí- famoso científico.
De hecho, dicen las malas lenguas que debido a esta enemistad, Newton mandó destruir el único retrato que se conservaba de Hooke. Además es, entre otras muchas cosas, el autor del dibujo de una pulga. Y este dato puede resultar insignificante, pero no lo es: esa pulga es la primera ilustración de este insecto tras ser observado al microscopio y forma parte de ‘Micrographia’ (1665), el primer best-seller científico. Una obra que consiguió acercar el mundo más diminuto a ojos de los ‘gigantes’ humanos. Sin embargo, las polémicas y el tiempo hicieron caer su nombre en un injusto olvido.
«Hay que hacer algo con eso, ¡qué maravilla!, ¿qué es?», preguntó más de tres siglos después el editor Julius Wiedmann señalando el póster de una pulga dibujada con todo lujo de detalle en la pared del despacho de la divulgadora científica Anna Escardó. Ella le explicó que aquel insecto había salido de la mano del (ahora) considerado «Leonardo DaVinci inglés». «¿Podríamos hacer un libro con eso?», preguntó Wiedmann a Escardó, quien al igual que Hooke, posee intereses en muchos campos: es licenciada en Teoría de la Literatura y Literatura Comparada e Ingeniería Mecánica, aparte de estar interesada en el mundo del diseño gráfico (y razón por la que la pulga estaba colgando en un cartel en su despacho).
Así fue cómo aquel dibujo de hace más de 300 años se convirtió en el germen de ‘Science Ilustration’ (editorial Taschen), una obra que recopila las ilustraciones que marcaron un hito científico desde el siglo XV al XX, recopilando desde los dibujos de las fases de la Luna de Galileo, pasando por la neurona de Ramón y Cajal, hasta la ilustración realizada un superordenador mostrando cómo viajan los gases de efecto invernadero en nuestra atmósfera.
Escardó defiende la gran utilidad de las ilustraciones, incluso en tiempos modernos, en los que la figura del ilustrador podría parecer anacrónica frente al papel del fotógrafo. «La ilustración y la fotografía se complementan. Son herramientas muy útiles al servicio de la ciencia», explica por teléfono a ABC. «Además de que la fotografía suele ser plana y las ilustraciones son más flexibles para mostrar otros puntos de vista, como por ejemplo el interior de las venas».
O las profundidades de un útero con un bebé ya listo para nacer, como muestra la realista ilustración de William Smellie. Considerado uno de los padres de la ginecología, en torno a este científico surgieron rumores de que asesinaba a sus modelos embarazadas para poder recrear sus detallados dibujos, como el que incluye la obra de Escardó y donde se observa con todo lujo de detalle al bebé, ya formado poco tiempo antes del parto.
La única forma de ver neandertales
«A pesar de toda la tecnología, muchas veces la forma de acercarnos al conocimiento científico sigue siendo la ilustración. Por ejemplo, es la única manera de ver cómo era el pasado, porque no había cámaras para retratar a los dinosaurios o a los neandertales. O nos permite acercarnos a la compleja ciencia actual y comprender, por ejemplo, algo tan complicado como un agujero negro. Nos permite ponerle ‘ojos y cara’ a la teoría. Es un campo muy vigente hoy en día y con mucha proyección».
Porque la ilustración científica es mucho más que dibujos de plantas o animales. Son también esquemas, tablas, mapas, planos. «Incluso un electrocardiograma. Su función es dar información en un solo vistazo», indica Escardó. También una radiografía, como la primera de todas que tomó el descubridor de los Rayos X, Wilheim Rötgen y que también recoge su libro. En ella se pueden observar las falanges de su mujer junto con un gran anillo a un nivel de detalle bastante tosco si lo comparamos con radiografías actuales.
Aunque, si alguna ilustración ha aguantado el paso del tiempo, sin duda alguna esa es la tabla periódica de Mendeléyev (que no podía faltar tampoco en ‘Science Illustration’). «Puede parecer sencillo, incluso simple; pero esa ilustración recopila todos los elementos químicos de la Tierra y más allá. Y lo más genial es que Mendeléyev dejó los huecos precisos para los elementos que aún no se hubieran descubierto. Es algo absolutamente genial».
Escardó señala la importancia e incluso vigencia de las ilustraciones más antiguas, incluso las que se apoyan sobre datos que luego han resultado no ser del todo exactos. «Sabemos cómo es el dodo porque alguien lo dibujó antes», ejemplifica. Precisamente, el dodo o Raphus cucullatus fue bautizado ‘formalmente’ por Carlos Linneo, considerado el padre de la taxonomía y quien también aparece en el libro con su sistema de nomenclatura binaria para clasificar a los seres vivos, agrupándolos por géneros, familias, clases y reinos, una ordenación aún vigente en la actualidad. «Detrás de la ilustración científica hay un gran trabajo de documentación exhaustiva -señala Escardó-, y nos sirven muchas veces para sintetizar conocimientos en un solo vistazo».
La ilustración avanza
Es cierto que el tiempo ha ido refinando las técnicas. Por ejemplo, ya no es necesario matar a los animales para retratarlos, como hacía el ornitólogo, naturalista y pintor John James Audubon, autor de «uno de los libros más impresionantes de la ilustración científica, ‘Los pájaros de Norteamérica’», relata Escardó en su obra. «Le llegaron a acusar de atentar contra las especies», indica la autora tras el teléfono.
«Pero su valor hoy en día es innegable y sigue sirviendo para la ciencia actual, ya que seis de los animales incluidos en su libro actualmente están extintos. También hoy en día la pulga de Hooke sigue aportando información científica, incluso aunque hayan pasado 300 años». Porque los investigadores siguen utilizando estas descripciones e ilustraciones antiguas para comparar especímenes entre sí y sustentar nuevos estudios científicos gracias al detalle con el que fueron recreados.
Las ilustraciones actuales tampoco se salvan de las críticas. En los últimos años ha habido algunas voces que denunciaban que reconstrucciones de, por ejemplo, especies humanas pasadas basadas en los pocos datos que se poseen (como las recreaciones de las caras de nuestros antepasados a partir de tan solo unos pocos huesos de la mandíbula) no se pueden ajustar a la realidad y pueden llevar a equívocos. «No nos podemos acercar al pasado visualmente de otra forma que no sea la ilustración. Y hay que tener en cuenta que es una herramienta más, que junto con otras, nos brinda una información increíble. Los ilustradores científicos trabajan muy duro, se documentan muchísimo. Y sobre todo, su trabajo muchas veces democratiza la ciencia, algo que es muy necesario».
Tomado de: https://www.abc.es/ciencia/pulga-inicio-viaje-cinco-siglos-traves-historia-20221007201019-nt.html