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Las Frases del Nobel de Paz Juan Manuel Santos al recibir el Premio en Oslo

 

“El Premio Nobel de Paz va destinado al Presidente Santos únicamente, pero también se debe entender como un tributo al pueblo colombiano”, dijo el Comité Noruego del Nobel al galardonar al Primer Mandatario.
“El Premio Nobel de Paz va destinado al Presidente Santos únicamente, pero también se debe entender como un tributo al pueblo colombiano”, dijo el Comité Noruego del Nobel al galardonar al Primer Mandatario.
 Radio Diez de Marzo entrega las frases sobresalientes del discurso del Presidente de Colombia, Juan Manuel Santos, en la tarde de este sábado en Oslo, Noruega al recibir el Premio Nobel de Paz.
Estas son:
  • La guerra que causó tanto sufrimiento y angustia a nuestra población, a lo largo y ancho de nuestro bello país, ha terminado.

    Al igual que la vida, la paz es un proceso que nos depara muchas sorpresas.

    Los colombianos nos sentíamos como habitantes de Macondo: un lugar no solo mágico sino también contradictorio.

    Debo confesar que esta noticia (el Premio Nobel de Paz) llegó como un regalo del cielo.

    En un momento en que nuestro barco parecía ir a la deriva, el Premio Nobel fue el viento de popa que nos impulsó para llegar a nuestro destino: ¡el puerto de la paz!

    ¡Llegamos a puerto!

    Termina el conflicto armado más antiguo, y el último, del Hemisferio Occidental.

    América –desde Alaska hasta la Patagonia– es una zona de paz.

    Tal vez, hoy más que nunca, podemos atrevernos a imaginar un mundo sin guerra.

    Lo imposible puede ser posible.

    La guerra no puede ser de ninguna manera un fin en sí misma. Es tan solo un medio, y un medio que siempre debemos tratar de evitar.

    Es mucho más difícil hacer la paz que hacer la guerra.

    Es insensato pensar que el fin de los conflictos sea el exterminio de la contraparte.

    La victoria final por las armas –cuando existen alternativas no violentas– no es otra cosa que la derrota del espíritu humano.

    El primer paso fue dejar de ver a los guerrilleros como enemigos, para considerarlos simplemente como adversarios.

    Humanizar la guerra no es solo limitar su crueldad, sino también reconocer en el contrincante a un semejante, a un ser humano.

    El verdadero premio: ¡la paz de mi país!

    La paz no es de un presidente ni de un gobierno, sino de todo el pueblo colombiano, pues la tenemos que construir entre todos.

    (Este premio) lo recibo –sobre todo– en nombre de las víctimas; de más de 8 millones de víctimas y desplazados cuyas vidas han sido devastadas por el conflicto armado, y más de 220 mil mujeres, hombres y niños que, para nuestra vergüenza, han sido asesinados en esta guerra.

    Este premio pertenece también a los hombres y mujeres que, con enorme paciencia y fortaleza, negociaron en La Habana durante todos estos años.

    Yo quiero exaltar la voluntad (de los negociadores de las FARC) de abrazar, de alcanzar la paz, porque sin ella el proceso hubiera fracasado.

    Dedico este premio a los héroes de las Fuerzas Armadas de Colombia.

    Comparto este premio con la comunidad internacional que, con generoso y unánime entusiasmo, respaldó el proceso de paz desde sus inicios.

    El acuerdo de paz en Colombia es un rayo de esperanza en un mundo afectado por muchos conflictos y demasiada intolerancia.

    Lo que en un principio parece imposible –si se persevera– se puede volver posible, incluso en Siria o en Yemen o en Sudán del Sur.

    El apoyo regional es indispensable para la solución política de cualquier guerra asimétrica.

    No me cabe duda de que este modelo (de justicia transicional) será uno de los grandes legados del proceso de paz de Colombia.

    Hay una guerra menos en el mundo, ¡y es la de Colombia!

    La Guerra contra las Drogas no se ha ganado, ni se está ganando. (…) Es hora de cambiar nuestra estrategia.

    No tiene sentido encarcelar a un campesino que siembra marihuana, cuando –por ejemplo– hoy es legal producirla y consumirla en 8 estados de los Estados Unidos.

    La forma como se está adelantando la guerra contra las drogas es igual o incluso más dañina que todas las guerras juntas que hoy se libran en el mundo.

    Somos el resultado de nuestros pensamientos; pensamientos que crean nuestras palabras; palabras que crean nuestras acciones.

    Tenemos que cambiar desde adentro. Tenemos que cambiar la cultura de la violencia por una cultura de paz y convivencia; tenemos que cambiar la cultura de la exclusión por una cultura de inclusión y tolerancia.

    El proceso de paz de Colombia que se premia hoy en Oslo es la síntesis y el resultado de muchos esfuerzos positivos que se han realizado a través de la historia y alrededor del mundo.

    En un mundo en que los ciudadanos toman las decisiones más cruciales –para ellos y para sus naciones– empujados por el miedo y la desesperación, tenemos que hacer posible la certeza de la esperanza.

    En un mundo en que las guerras y los conflictos se alimentan por el odio y los prejuicios, tenemos que encontrar el camino del perdón y la reconciliación.

    En un mundo en que se cierran las fronteras a los inmigrantes, se ataca a las minorías y se excluye a los diferentes, tenemos que ser capaces de convivir con la diversidad y apreciar la forma en que enriquece nuestras sociedades.

    Despertemos la capacidad creadora para el bien, para la construcción de la paz, que reside en cada alma.

    Al final, somos un solo pueblo y una sola raza, de todos los colores, de todas las creencias, de todas las preferencias.

    Nuestro pueblo se llama el mundo. Y nuestra raza se llama humanidad.

  • El sol de la paz brilla, por fin, en el cielo de Colombia. ¡Que su luz ilumine al mundo entero!

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