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Los orígenes del problema palestino-israelí

A principios del siglo XX, miles de judíos europeos ocuparon territorio palestino con el fin de crear un hogar nacional para su pueblo.

Durante la última década del siglo XIX, los judíos europeos comenzaron a experimentar un fuerte rechazo por parte de la sociedad que venía desarrollándose desde mucho tiempo atrás.  Repartidos por toda Europa, las distintas poblaciones judías tuvieron que hacer frente a gobiernos poco liberales que contradecían su forma clásica de ver el mundo y a un resurgir de antiguos odios contra este pueblo que se acrecentaban día a día y comenzaban a convertirse en un antisemitismo abierto y oficial defendido por los gobiernos y las clases dominantes. El caso Dreyfus, una condena cargada de tintes antisemitas a un oficial francés, no hizo más que convencer a los judíos de que necesitaban un lugar donde refugiarse, un hogar nacional judío.

Por otro lado, la Organización Sionista Mundial y las comunidades judías que permanecían en Europa ejercieron presión y consiguieron el apoyo de Francia e Inglaterra, potencias colonialistas que controlarían la región tras la Primera Guerra Mundial. La declaración Balfour de 1917 consiguió que el Reino Unido apoyara públicamente la causa judía y provocaría que, desde ese momento, las caducas metrópolis complicaran la situación y provocaran una radicalización indirecta de las pretensiones judías.

La Segunda Guerra Mundial y la persecución que el nazismo hizo contra los judíos tuvieron una grandísima importancia en la constitución final del Estado de Israel. Durante el conflicto, Estados Unidos e Inglaterra pidieron ayuda a la población de Palestina y los judíos, por razones obvias, se involucraron en el desarrollo de la guerra desde un primer momento. Al acabar, una vez ya habían salido a la luz los horrores del Holocausto, las potencias vencedoras quisieron compensar de alguna manera el sufrimiento del pueblo judío y decidieron culminar su causa creando oficialmente el Estado de Israel en territorio de Palestina, en el cual cada vez tenían más presencia a pesar de los intentos por lograr un equilibrio entre ambos pueblos.
El 1 de agosto de 1948, y tras años de propuestas fallidas y enfrentamientos violentos, la ONU aprobó la resolución 181 por la que ponía fin al mandato británico, realizaba una división del territorio muy favorable para Israel y convertía a  Jerusalén en una ciudad internacional bajo la supervisión de la ONU. La respuesta de los palestinos fue un rechazo absoluto y un enfrentamiento violento que provocó disturbios y muertes por todo el país. El recién creado estado israelí aprovechó la situación para llevar a cabo la limpieza étnica que tanto deseaba y establecer su dominio absoluto sobre los palestinos. Entre 1947 y 1949 se registraron más de 80 masacres entre las que se destaca la de la aldea de Deir Yasin, donde se asesinó a centenares de personas y se destruyó el asentamiento para que no quedara constancia su existencia.
Tan pronto como los británicos se marcharon, Israel amplió sus fronteras y autoproclamó la creación de su estado, lo cual fue la señal para que los países vecinos (Jordania, Egipto, Siria, Líbano e Irak) le declararan la guerra y comenzara el primer gran enfrentamiento entre Israel y los países árabes.

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