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Nobel de Medicina para Svante Pääbo, el hombre que nos dijo que también somos neandertales

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De dónde venimos y qué es lo que nos hace humanos son dos de las grandes preguntas de la ciencia. El biólogo y genetista sueco Svante Pääbo (Estocolmo, 1955) ha sido reconocido este año con el Nobel de Medicina por sus impresionantes contribuciones para dar respuesta a esas cuestiones con una herramienta: el ADN prehistórico.

El investigador logró en 2010 secuenciar el genoma del neandertal, un pariente extinto de los humanos actuales. Además, es el descubridor de otro homínido previamente desconocido, el de Denisova. Sus estudios le permitieron concluir que los humanos modernos llevamos genes de estas dos especies antiguas, con quienes nos relacionamos tras la migración fuera de África hace unos 70.000 años. Aún nos influyen. Por ejemplo, en la forma en que nuestro sistema inmunológico reacciona a las infecciones.

El trabajo de Pääbo, reconocido por el jurado del Instituto Karolinska de Suecia como «trascendental», ha dado lugar a una disciplina científica completamente nueva: la paleogenómica. En 2018 ya fue distinguido por ello con el premio Princesa de Asturias. Esta la primera vez que el Nobel reconoce investigaciones de evolución humana, tradicionalmente centradas en la forma de los fósiles, pero el biólogo sueco incorporó la genética como una nueva forma de conocer nuestros orígenes. Al conocer su galardón, el propio Pääbo ha admitido su sorpresa: “Realmente no pensé que [mis descubrimientos] me harían merecedor de un Premio Nobel”. Curiosamente, su padre, Sune Bergström, ya recibió el Nobel de Medicina en 1982 por sus hallazgos sobre las hormonas. Pääbo lleva el apellido de su madre, la química estonia Karin Pääbo.

Al principio de su carrera, el investigador quedó fascinado por la posibilidad de utilizar métodos genéticos modernos para estudiar el ADN de los neandertales. Sin embargo, pronto se dio cuenta de los desafíos técnicos extremos que esto suponía, porque después de miles de años el ADN está muy degradado, fragmentado y contaminado

Comenzó a desarrollar métodos más refinados. Sus esfuerzos dieron sus frutos en los años 90, cuando Pääbo logró secuenciar una región de ADN mitocondrial de un hueso de 40.000 años de antigüedad. Por primera vez, teníamos acceso a una secuencia de un pariente extinto. Las comparaciones con humanos y chimpancés contemporáneos demostraron que los neandertales eran genéticamente distintos.

Los denisovanos
Establecido en un Instituto Max Planck en Leipzig, Alemania, Pääbo y su equipo fueron mucho más allá. En 2010 lograron lo aparentemente imposible al publicar la primera secuencia del genoma neandertal. Los análisis comparativos mostraron que las secuencias de ADN de los neandertales eran más similares a las secuencias de humanos contemporáneos originarios de Europa o Asia que a los africanos. Esto significa que los neandertales y los sapiens se cruzaron durante sus milenios de coexistencia fueran del continente madre. En los humanos modernos con ascendencia europea o asiática, aproximadamente del 1 al 4 % del genoma es neandertal.

En 2008, se descubrió un fragmento de hueso de un dedo de 40.000 años de antigüedad en la cueva Denisova en la parte sur de Siberia. El hueso contenía ADN excepcionalmente bien conservado, que el equipo de Pääbo secuenció. Los resultados causaron sensación: se trataba de un homínido previamente desconocido, al que se le dio el nombre de denisovano. Las comparaciones con secuencias de humanos contemporáneos de diferentes partes del mundo mostraron que ambas especies también se cruzaron. Esta relación se observó por primera vez en poblaciones de Melanesia y otras partes del sudeste asiático, donde los individuos portan hasta un 6 % de ADN denisovano.

“Busca lo imposible”
Gracias a los descubrimientos de Svante Pääbo, ahora comprendemos que las secuencias de genes arcaicos de nuestros parientes extintos influyen en la fisiología de los humanos actuales. Un ejemplo de ello es la versión del gen EPAS1 denisovano, que confiere una ventaja para la supervivencia a gran altura y es común entre los tibetanos actuales. Otros ejemplos son los genes neandertales que afectan nuestra respuesta inmunológica a diferentes tipos de infecciones, incluido al Covid-19.

Juan Luis Arsuaga, codirector de los yacimientos de la sierra de Atapuerca (Burgos), ha colaborado en numerosas ocasiones con el biólogo sueco. “Le han dado el premio a una amigo. A nivel personal, trabajar con un Nobel es impresionante. Además, ha abierto una línea de investigación nueva. Se lo merece porque es un pionero, un visionario”, afirma a este periódico, al tiempo que recuerda que el ADN más antiguo pertenece a la Sima de los Huesos, en Atapuerca.

De la misma opinión es el biólogo Carles Lalueza Fox, nuevo director del Museo de Ciencias Naturales de Barcelona y que colabora con Pääbo en el análisis de restos neandertales del yacimiento asturiano de El Sidrón. “Es un pionero, busca lo imposible”, le define. “Gracias a su trabajo sabemos la evolución humana fue mucho más compleja de lo que pensábamos, con cruces de diversos linajes, en diversos momentos y partes del mundo, formando una especie de red”, señala.

Los descubrimientos de Pääbo nos ayudan a entender quiénes somos, qué nos distingue de otras especies humanas y qué hace que la nuestra sea la única sobre la faz de la Tierra. Los neandertales, como los sapiens, vivían en grupos, tenían cerebros grandes, utilizaban herramientas, enterraban a sus muertos, cocinaban y adornaban su cuerpo.

Incluso crearon arte rupestre, como demuestran las pinturas de hace al menos 64.000 años descubiertas en tres cuevas españolas: La Pasiega en Cantabria, Maltravieso en Cáceres y Ardales en Málaga. Eran parecidos a nosotros pero tenían diferencias genéticas que Pääbo sacó a la luz y que quizás puedan explicar qué hizo que ellos desaparecieran y nosotros sigamos todavía aquí.

Tomado de: https://www.abc.es/ciencia/nobel-medicina-svante-paabo-hombre-dijo-neandertales-20221003140152-nt.html

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