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¿Por qué a algunas personas les cuesta pedir favores? Qué motivos se esconden detrás y cómo gestionarlo

Quién más y quién menos, todos a lo largo de nuestra vida vamos tenemos la necesidad de pedir algún favor, sin embargo, existen muchas personas a las que el simple hecho de pedir ayuda les agobia. ¿Por qué ocurre esto? Los expertos en psicología indican que, en términos generales, ocurre por una cuestión de miedo, entendiendo este término en el sentido más amplio de la palabra: miedo a mostrarse vulnerables, a admitir delante de otros que no somos capaces de hacer algo por nuestra cuenta, a depender de los demás, a molestarles, a que nos digan que no, a sentirnos en deuda…

Pero la realidad es que aunque se nos educa desde pequeños para dejar la ayuda de los mayores a un lado y convertirnos en seres autónomos va a ser complicado por no decir imposible hacer todo por uno mismo sin recurrir al apoyo de los demás en determinados momentos. De hecho, esta dificultad para pedir favores suele generar en quien la sufre unos altos niveles de estrés emocional y mental por no hablar de sentimientos de soledad, aislamiento del entorno y frustración.

¿Cuáles son los principales motivo que pueden impedir a una persona pedir ayuda? Los expertos señalan los siguientes entre los más importantes:

En muchas ocasiones, reprimir la necesidad de pedir un favor puede estar relacionada con la educación que se nos ha inculcado desde pequeños en el seno familiar para que seamos independientes. Un excesivo celo en que los niños sean autónomos, demuestren sus fortalezas o repriman la manifestación pública de sus necesidades pueden ser perjudiciales en este aspecto una vez llegados a la vida adulta.

La baja autoestima. Si los niveles de autoexigencia y de superación personal son altos pedir un favor puede convertirse en una expresión de debilidad y de que nos sentimos inferiores a los demás. Se acaban por infravalorar y omitir las propias necesidades, anteponiendo la de los otros.

Existen también creencias populares bastante extendidas que pueden perjudicarnos a la hora de pedir un favor. Por ejemplo, que no debemos hacer perder el tiempo a los demás ayudándonos porque tendrás cosas mejores que hacer. En la cultura del individualismo, contar con el prójimo puede resultarle a muchos casi una utopía.

Las malas experiencias pasadas también son un factor a tener en cuenta. Si en determinados momentos se ha tenido que recurrir a otras personas y éstas se han negado a prestarnos su ayuda esto puede provocar que tengamos miedo a ser rechazados de nuevo y poca confianza para volver a pedir un favor.

El orgullo también nos perjudica en este sentido. La satisfacción de hacer algo por uno mismo es un arma de doble filo porque en muchas ocasiones va mas encaminada en demostrarle a los demás que somos capaces.

Este orgullo, además, provocaría lo que se llama “exención de responsabilidad”, es decir, pensar que si estamos mal y necesitamos algo son los demás los que deben ofrecernos su ayuda sin esperar a que se la pidamos. En cierta manera, se les hace responsables de nuestra imposibilidad para resolver algo.

Y por último, por supuesto, estaría el miedo al rechazo. Esto crea una enorme inseguridad de la persona ante la posible negativa o imposibilidad del otro para ayudarle.

Trabajar el cambio

¿Es posible gestionar esta dificultad para pedir favores? Los psicólogos recomiendan en primer lugar ser sincero con uno mismo: valorar cuál es nuestra necesidad, si realmente podemos resolverla solos y de la manera más efectiva posible sin pedir ayuda.

También es importante aprender a pedir ayuda. Esto debe hacerse de una manera asertiva, comunicando lo que se necesita de forma clara y sincera, y teniendo además en cuenta que los demás quizás puedan ayudarnos o quizás no. Contarle a alguien de confianza lo que queremos puede ser un buen camino para resolver entre ambos quien puede ser la persona ideal para hacernos ese favor.

Los expertos insisten en trabajar de forma constante para dejar de lado todas las creencias limitantes a la hora de pedir ayuda. Atormentarse con experiencias negativas pasadas o pensamientos como ‘voy a molestarle’ o ‘¿va a creer que no soy capaz?’ solo nos perjudican en este sentido.

Tomado de:

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