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Semana de reflexión. La Columna de Opinión de Dilian Francisca Toro

Por: Dilian Francisca Toro

Estos días en que el mundo católico celebra la pasión, muerte y resurrección de Jesucristo, es también una oportunidad para que, más allá de la fe que profesamos, abramos en nuestros corazones un espacio para la reflexión, cuestionándonos frente al papel que estamos jugando como ciudadanos en la construcción de una mejor sociedad.
Con frecuencia, a través de los medios de comunicación y las redes sociales, nos enteramos de historias de personas que bajo expresiones desafortunadas como “usted no sabe quién soy yo”, “tu eres nada” o “de malas”, revelan falta de empatía, una distorsionada escala de valores y una incapacidad emocional para manejar el poder, el éxito o la fama.
Se trata de una situación que no tiene qué ver con la edad, sexo, creencias o condición social. Suele pasar que cuando actuamos movidos por el ego y la soberbia, corremos el riesgo de menospreciar a las personas y a las instituciones.
Para poder modificar este tipo de conductas, es necesario echar una mirada a nuestro interior, evaluarnos honestamente frente a cómo nos estamos comportando en nuestra calidad de ciudadanos o como individuos revestidos de algún tipo de autoridad.
Pero no se trata de echarnos la culpa por los males que aquejan a nuestra sociedad, sino de entender que, incluso sin saberlo, cada quien en su vida cotidiana carga una cruz que determina la manera en que se relaciona con el mundo que le rodea.
Algunos cargan la cruz del desempleo o de la pobreza. Pensemos en las mujeres que padecen la violencia de género; en los líderes sociales que son perseguidos y asesinados por defender a sus comunidades; en los jóvenes que no encuentran oportunidades educativas y laborales para construir su proyecto de vida. Pero también, en el empresario que lucha en medio de la incertidumbre social y económica para mantener su negocio y seguir generando empleo y bienestar o en el pequeño empresario que busca oportunidades para fortalecer su emprendimiento.
Ponernos en los zapatos del otro nos ofrece una visión distinta de las personas que nos rodean, nos vuelve más compasivos. Nos permite entablar diálogos aun teniendo puntos de vista opuestos, y permite llegar a consensos.
Vivimos tiempos de incertidumbre y hoy, más que nunca, debemos reevaluar la manera en que nos estamos comportando frente a la sociedad. Y ese es precisamente el punto de esta reflexión. Es necesario que como individuos fortalezcamos valores como la solidaridad, la honestidad, el perdón, la justicia, la lealtad, la determinación, la convicción o el compromiso. Pero, sobre todo, el amor hacia nuestro prójimo.
Tengo fe en la capacidad de resiliencia que tenemos los colombianos. En que somos capaces de sobreponernos a la soberbia, a los egos, a los fanatismos ciegos y ser empáticos y compasivos con los demás. En que tenemos la fortaleza para combatir, la inequidad, la violencia, la corrupción y la injusticia que nos afecta.
Por mi parte, refrendo mi compromiso de seguir trabajando en mi condición de líder, de médica, de madre, para que, a partir de la escucha, el diálogo y el consenso, busquemos soluciones a los problemas reales de la gente, en especial, la que está marginada, la que habita en las regiones más apartadas y dispersas. Estoy convencida de que sólo juntos podremos avanzar por la senda del desarrollo, la prosperidad y el bienestar.

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