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Serena Williams es única

Publicaciòn del ABC de Madrid.

Gana a su hermana Venus en la final del Abierto de Australia y ya suma 23 grands, superando a Steffi Graf y a uno de Margaret Court

Camuflada la final femenina porque un Nadal-Federer lo eclipsa todo, Serena y Venus Williams también tenían un partido histórico en Australia, convocadas dos décadas después en el mismo escenario en el que jugaron por primera vez. Las Williams lo son todo en el tenis, y se han encargado de engrandecer el deporte estirando esta dinastía irrepetible, sumando entre las dos hasta 30 Grand Slams. Y ahí destaca Serena, campeona por un doble 6-4, con 23 estrellas sumando la de Melbourne (ya tiene más que Steffi Graf) e impulsada de nuevo al ático de la WTA como número uno. Con todo ganado, la hermana pequeña sigue queriendo más y no tiene piedad de nadie, ni de su propia familia.

La final tiene poco de bonito, aunque la carga emotiva de la misma hace que el personal se enganche para adivinar el desenlace. En realidad, se intuye de antemano porque Serena es favoritísima, pero no es lo mismo jugar contra una hermana. Son cientos de horas compartiendo confidencias, juguetes, y batallas en la pista, con un sentimiento casi reverencial para quien te ha enseñado tanto. Venus, que con 36 años se resiste a ser una más del pelotón, está ante una oportunidad histórica de volver a levantar un grande, aunque sabe que tiene la rival más complicada.

El partido es extraño desde el principio, más bien tirando a feo y con pasajes desangelados. Las Williams no están demasiado enchufadas y se produce un carrusel de roturas, cuatro del tirón para empezar. Serena parece desconectada, con un aviso por destrozar la raqueta tras un resbalón, y la grada vive con frialdad una pelea de la que espera algo más. Aunque sea, algún que otro golpe bonito, pero de esos hay muy pocos, quizá alguno que otro en la fase final.

La diferencia la marca el servicio de Serena, que cuando le funciona es definitivo. Después de esas dudas en los preliminares, la hermana pequeña se limita a hacer lo justo para apuntarse la primera manga, pues le basta con una rotura más para dar un salto enorme hacia su vigesimotercer grande.

Parece improbable que Venus le dé la vuelta a la situación, aunque lo intenta con un amor propio encomiable, corriendo como una juvenil y demostrando incluso más interés en la Rod Laver que la propia Serena. En la segunda manga, se ve contra las cuerdas y aun así se esmera en prolongar la final, pues no quiere que se decida tan rápido. Conoce tanto a su hermana que sabe que no está en plenitud, que si gana es por su poderío y por la fuerza, pero el tenis femenino es lo que quiere que sea Serena. No necesita jugar a las mil maravillas para ser campeona, y es exactamente lo que sucede en Australia, abrazada a la séptima copa en las antípodas.

Rompe la lucha en el séptimo juego del segundo set, encontrando un hueco con el servicio de Venus. Ese break vale un título y Serena lo sabe, acariciando la exclusividad que le concede este victoria. Ya está por encima de Graf y solo tiene por delante a Margaret Court, que logró, cuando el tenis era en blanco y negro, hasta 24 Grand Slams. Estando solo a una corona, parece bastante lógico imaginar que superará esa hazaña. Más que nada porque Serena, cuando quiere, esimparable.

 

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