Tres misiones espaciales harán historia en los próximos días
Mientras millones de personas se preparan para la fiesta de fin de año, una nave espacial no tripulada a más de 110 millones de kilómetros de la Tierra encenderá sus cohetes para hacer historia.
La sonda Osiris-Rex de la NASA descenderá hacia el asteroide Bennu y comenzará a orbitarlo a apenas un kilómetro y medio de la superficie. Nunca antes se había intentado una maniobra así, que depende de la fuerza de microgravedad que ejerce la roca, de apenas 500 metros de diámetro.
La inserción en órbita será uno de los primeros hitos para esta misión cuyo objetivo final es tocar el suelo del asteroide durante cinco segundos, aspirar una muestra de tierra y enviarla de vuelta a la Tierra en el año 2023.
Bennu pertenece al tipo de asteroides más antiguos del Sistema Solar. Se piensa que ha permanecido casi intacto desde que se formó hace 4.000 millones de años. Estos cuerpos contienen compuestos orgánicos y aminoácidos, elementos básicos para la vida en nuestro planeta. Pero cuando uno de estos cuerpos impacta contra la Tierra gran parte de su contenido arde en la atmósfera. “Esta será la primera vez que podamos analizar un material prístino al que nunca hemos tenido acceso”, resalta Javier Licandro, uno de los cuatro investigadores del Instituto de Astrofísica de Canarias que colaboran con la misión de la agencia espacial estadounidense. Su equipo analiza las imágenes tomadas por las tres cámaras a bordo de la sonda y determina la composición del asteroide, una tarea que ayudará a fijar el punto de extracción de la muestra.
El 1 de enero de 2019, a más de 6.000 millones de kilómetros, otra sonda estadounidense —New Horizons— mostrará por primera vez Ultima Thule, el cuerpo más lejano del Sistema Solar que se haya visitado. Este mundo se encuentra más allá de Plutón, dentro del cinturón de Kuiper, un disco que puede contener miles de asteroides y billones de cometas que se extienden hasta los confines del Sistema Solar.
Ultima fue descubierto en 2014 y observado desde la Tierra gracias a dos expediciones astronómicas a la Patagonia argentina y a Senegal que permitieron estimar su diámetro: unos 30 kilómetros. “Ultima Thule significa: de aquí en adelante empieza lo desconocido” en latín, explica Adriana Ocampo, una de las jefas del programa Nuevas Fronteras de la NASA que engloba New Horizons, Osiris-Rex y Juno que explora Júpiter. Ultima “es el objeto más primitivo que se haya sobrevolado nunca y puede aclarar el papel que los objetos del cinturón de Kuiper siguen jugando al desviar cometas de sus trayectorias y hacer que se acerquen al núcleo del sistema solar, un proceso que pudo sembrar la vida en nuestro planeta por impactos de estos cuerpos”, explica Ocampo.
El encuentro con Ultima Thule será fugaz pero productivo. La nave pasará a unos 3.500 kilómetros de la superficie de 2014 MU69, el nombre oficial de este cuerpo, tres veces más cerca de lo que sobrevoló Plutón. Allí descubrió por primera vez la geografía del planeta enano y apoyó la idea de que bajo una espesa capa de hielo puede haber un océano líquido con tanta agua salada como hay en la Tierra. Durante 72 horas, las cámaras de New Horizons tomarán imágenes de alta resolución de Ultima Thule, buscarán sus posibles lunas y anillos, y determinarán si está compuesto por dos objetos que viajan juntos casi tocándose o solo uno.
La NASA espera publicar las primeras imágenes del cuerpo el 2 de enero y en esa primera semana del año llegarán imágenes de alta resolución. “Esta misión es algo épico, histórico”, resalta Ocampo, geóloga de origen colombiano.
En los primeros días de 2019, mientras tanto, China espera lograr un tercer hito mucho más cercano: aterrizar por primera vez en la cara oculta de la Luna. La cara no visible de nuestro satélite no es oscura, sino que tiene periodos de día y noche que duran unos 14 días terrestres. La sonda Chang’e-4 fue lanzada el 12 de diciembre y comenzó a orbitar la Luna dos días después. El módulo de aterrizaje y el vehículo móvil de exploración chinos necesitan luz para sus paneles solares, por lo que se espera que su aterrizaje se produzca en la próxima salida del Sol, en los primeros días de 2019.
El aterrizaje está previsto en el cráter Von Kármán, de 186 kilómetros de diámetro, que a su vez está en la cuenca Aitken, que, con un diámetro de más de 2.500 kilómetros, es uno de los cráteres de impacto más grandes del sistema solar. La misión incluye el satélite de comunicación Queqiao por la necesidad de triangular las comunicaciones con la Tierra, otra de las razones por las que nunca antes se ha intentado un aterrizaje en esta área. La misión incluye varios instrumentos científicos, entre ellos una caja estanca desarrollada por estudiantes que contiene a los posibles primeros habitantes de la Luna: gusanos de seda.
Textos y foto de EL PAÍS de España.