129 exploradores murieron en el Ártico: siglo y medio después, se resuelve el enigma
En la mañana del 19 de mayo de 1845, el capitán John Franklin y su tripulación levaron anclas desde la desembocadura del Támesis y emprendieron un ambicioso viaje a través del desconocido Paso del Noroeste, el intrincado laberinto marítimo del norte de Canadá.
Ninguno de sus 129 tripulantes sobrevivió a aquella expedición, un misterio que ha cautivado a los historiadores desde entonces. Ahora, una nueva investigación analiza las razones de aquella enigmática desaparición y señala a una rara enfermedad que no se había considerado antes.
El aciago final de la tripulación tenía todos los ingredientes para convertirse en leyenda. Por un lado, una inexplicable falta de pruebas y descubrimientos que se ha mantenido durante más de 150 años. Por otro, una historia de supervivencia digna de la mitología aventurera que tanto gustaba en el Imperio Británico. El objetivo del viaje no era otro que encontrar un paso que conectase los océanos Atlántico y Pacífico, algo que hasta que se inauguró el canal de Panamá en 1914 se intentó una y otra vez, desde Cook hasta Malaspina, aunque siempre en vano.
La de Franklin corrió peor suerte que otras exploraciones y en 1846 sus dos barcos, el HMS Erebus y el HMS Terror, quedaron atrapados en el hielo más allá del Círculo Polar Ártico, cerca de la isla del Rey Guillermo. Durante los dos años siguientes, los miembros de la tripulación intentaron sobrevivir, sucumbiendo finalmente por razones, hasta ahora, desconocidas. Se sabe que las despensas estaban bien surtidas con comida enlatada, lo que habría servido para mantener a la tripulación. Sin embargo, su número iba disminuyendo lentamente, según relató un marinero en una de las notas que se descubrieron. En junio de 1847 falleció el capitán y un año más tarde el resto de los sobrevivientes decidieron caminar, sin éxito, hacia el continente canadiense.
150 años sin noticias
Entre las teorías sobre las que más han especulado los historiadores se encuentran el intenso frío, el hambre, la falta de zinc en la dieta, el escorbuto, el envenenamiento por plomo o el botulismo. Pero ahora, un nuevo estudio publicado en la revista ‘Arctic’ reconstruye los últimos días de la expedición perdida de Franklin y revela que los tripulantes fallecieron por la enfermedad de Addison, causada por el desarrollo de la tuberculosis.
El estudio, dirigido por el profesor de Odontología de la Universidad de Michigan Russell Taichman, cita los testimonios de los inuits de la época que describen a aquellos hombres como “muy delgados” y señalan que sus bocas estaban “duras, secas y negras”. “Nunca habían visto a hombres blancos. Así que cualquier aspecto extraño, además del color de su piel, fue recogido. Sería como ver marcianos”, asegura el profesor.
En los años 80 del siglo pasado, la Universidad de Alberta puso en marcha un proyecto para rastrear la expedición. Se recorrieron a pie las distintas rutas posibles, se exhumaron cuerpos y se encontraron incluso pruebas de canibalismo. Pero los barcos se resistían. No fue hasta 2014 cuando se descubrió el Erebus y en 2016 el Terror. Ahora, el hallazgo de los barcos ha permitido descifrar qué podrían ser esas bocas negras a las que se referían los indígenas.
Entre los restos de las embarcaciones se encontraron los cuerpos de tres marineros que murieron antes de que fueran abandonadas. Tras analizar los resultados de sus autopsias y comparar los síntomas de la tripulación con cientos de enfermedades, todo apunta a que la de Addison fue la culpable de que los marineros fueran cayendo uno a uno. “Antes la razón más común para padecer Addison era la tuberculosis”, señala Taichman en un comunicado de prensa. “Ahora es la supresión inmune la que conduce a la enfermedad”. Aquellos que la sufren suelen tener problemas para regular el sodio de su cuerpo, por lo que se deshidratan fácilmente. Asimismo, hace que sea difícil no adelgazar, incluso cuando hay comida suficiente. La unión de estos dos síntomas, sostiene Taichman, encaja al dedillo con lo relatado por los inuit.
¿Y qué pasa con las teorías que se habían propuesto antes? Según Taichman no son la causa principal de las muertes, pero sí podrían haber intervenido. “El escorbuto y la exposición al plomo pueden haber contribuido a la patogénesis de la enfermedad de Addison, pero la hipótesis no es totalmente dependiente de estas condiciones”, señala el profesor en el estudio. Tras dos años resistiendo en condiciones extremas, fue la enfermedad de Addison y no el frío ni la desesperanza la que acabó con los audaces marineros, resolviendo así uno de los misterios más grandes de la exploración ártica.
Publicación y foto El Confidencial