5 anécdotas que pocos conocen de Lionel Messi
Nadie entendía qué pasaba. Lío no había aparecido en toda la semana por la Escuela de Enseñanza Media 436, Juan Mantovani, cerca de su casa de Rosario, y eso no era habitual.
Era el último trimestre de clases. Más raros se sintieron todos cuando al sonar el timbre del recreo alguien sacó una pelota de papel y quien era por lejos el mejor de todos en el fútbol, no estaba liderando el partido, como siempre ocurría. Solo había una persona que conocía el porqué de su ausencia, la directora.
Lo mismo ocurría en Newell’s Old Boys. Lío no había concurrido a los últimos entrenamientos y tampoco jugó en el partido del fin de semana en su categoría de divisiones inferiores.
“Tiene hepatitis”, dijo alguien del club. “Sí, debe ser eso, que el Maestro tiene hepatitis”, repitieron sus compañeros.
Messi era “El Maestro” para todos. No hace falta aclarar por qué. Pero nadie conocía su paradero. Ni siquiera Adrián Coria, su entrenador, que luego fue colaborador de la Selección Argentina en tiempos de Gerardo Martino.
Tampoco sabía nada Quique Domínguez, el coordinador de Inferiores y padre del ex marcador central Sebastián Domínguez. Algunos pensaron que se lo habían llevado a River Plate, a Buenos Aires, pero a Newell’s nadie le había pedido permiso.
Messi ya había salido publicado, justo por esas fechas y como una premonición, en una página casi entera del diario La Capital, con un título que decía “Un leprosito que se las trae”.
Aquella primera entrevista de Lionel Messi con el diario La Capital de Rosario
Lo que había ocurrido es que el 17 de septiembre de 2000, acompañado de su padre Jorge, Lionel Messi, con apenas 13 años, viajó a Barcelona para irse definitivamente de la Argentina y ser probado por el club con el que siempre había soñado.
Fue un vuelo nada fácil, lleno de turbulencias, y el primero del chico en toda su vida. Los primeros movimientos de la nave llegaron justo con la comida, por lo que Lío (como se lo apodaba en esos tiempos) dejó todo y se tiró a dormir utilizando tres asientos.
Vestía pantalones cortos y tuvo náuseas, no se sentía bien. ¿Acaso la turbulencia, o la incertidumbre sobre su futuro? Con él, viajaba a Barcelona un video VHS que justo le habían grabado dando 113 toques seguidos a una naranja, y 140, a otra de tenis. A la de ping pong alcanzó a darle unos 29. Ocho años después, Mastercard haría un anuncio publicitario con este VHS. Se puede ver en Youtube.
Anécdota 2: ¿De Ñuls o de River?
De soñar a utilizar la camiseta del Barcelona, a ser una gloria.
Diego Rovira era el nueve del equipo en el que jugaba Messi en las divisiones inferiores de Newell’s y recuerda que era costumbre que varios de esos chicos merendaran en su casa.
Además de Leo y él, Lucas Scaglia (primo de Antonela Roccuzzo), Grighini y Benítez. Se reunían para jugar al Nintendo, se mataban de risa y mientras la madre de Rovira preparaba todo, ellos abrían los cajones del ropero y se vestían con camisetas de equipos europeos.
Grighini se ponía la del Real Madrid y Leo… la del Barcelona. Pero no cualquiera, sino aquella de cuando el club cumplió los cien años, mitad azul y mitad grana, dividida al medio como la de Newell’s.
Sus amigos de la infancia aseguran que siempre elegía ponerse la del Barcelona
“Usaba la de Rivaldo, y como era una de mi talle, le quedaba como un camisón. La diferencia con los demás es que al final me las devolvían pero Leo se la quería llevar a su casa y yo me resistía, porque era la única del Barça que tenía”, recuerda Rovira en el gran libro Messi, de Guillem Balagué.
Gerardo Grighini también aporta lo suyo con un recuerdo de esos tiempos: “Él dice que es hincha de Ñuls, pero cuando era chico, era de River. Yo era hincha de River, Lucas (Scaglia) de Ñuls, y Leandro, de Boca. Él era fanático de (Pablo) Aimar, que en ese momento jugaba en River, y mirábamos los partidos y los dos hinchábamos por River cuando nos quedábamos en la pensión de Ñuls en la previa de los partidos que teníamos que jugar. Leo dormía arriba de todo en las literas, en la tercera cama”.
Anécdota 3: la camiseta número 14 para su mamá
El debut de Messi fue ante el Porto (blaugranas.com)
“Calienta, chico”, le dijo Ten Cate, el ayudante de campo de Frank Rikjaard. Era el minuto 75 de un partido amistoso del Barcelona contra el Porto que no hubiese quedado en la historia si no fuera porque ese chico que comenzaba a calentar para entrar era Lionel Messi y con el número 14 en sus espaldas, el mismo que utilizó siempre uno de los grandes ídolos del club y otro holandés, Johan Cruyff.
Entró por otro chico de las divisiones inferiores, Franco Navarro y la camiseta le colgaba, le quedaba muy grande. En la tribuna, sus padres Jorge y Celia lloraban, emocionados. Era el debut en Primera, aunque no oficial, de su hijo, con 16 años y 145 días de vida.
El Barcelona había sido el invitado especial para la inauguración del estadio del Porto, cuyo equipo era dirigido por un tal José Mourinho. Días antes del partido, Rikjaard se reunió con el entrenador del Barça B, Pere Gratacós, le preguntó “¿Qué tenéis este fin de semana?”, y la respuesta que recibió fue que el rival sería el Novelda.
Entonces el DT de la Primera le comentó que necesitaría algunos chicos, aunque le fastidiara un poco la estructura, porque como había fecha de selecciones nacionales, se había quedado con poca gente para viajar a Oporto.
—Te puedes llevar a quien quieras. Incluso, a dos chicos que se están integrando a nuestra disciplina, Oriol Riera y Leo Messi, un chico argentino. Estaría bien que te los llevaras.
—¿De qué juegan?
—A Messi lo puedes poner en cualquier sector del campo.
—¿Seguro?
—Llévatelos y la semana que viene nos reunimos y me cuentas.
Finalmente, Rikjaard conoció en la terminal del aeropuerto a los cuatro chicos que iban a viajar con el plantel de Primera: Riera, Messi, Jordi Gómez y Xavier Ginard.
El DT hizo jugar esos quince minutos a Messi de “falso nueve” y hasta pudo marcar dos goles. En el primero, llegó antes que el arquero Vitor Bahía, y en el segundo, le quitó la pelota al arquero, y creyó que tenía poco espacio para rematar y le cedió el pase a Riera.
Al terminar el partido, Rikjaard le preguntó al tímido adolescente argentino por qué no había rematado él en esa jugada. “No sé”, fue la corta respuesta.
—Mira lo que viene, Frank, le dijo Ten Cate a Rikjaard.
—Habrá que juntarlo con Ronaldinho.
—Llega como un tiro.
Fue el 16 de noviembre de 2003 y tras el partido, Messi le dio su camiseta marrón con el número 14 a su madre Celia. Ella la enmarcó y hoy está colgada en su casa de Rosario.
Dos días más tarde, volvieron a verse Rikjaard y Gratacós en las instalaciones del Barcelona.
—Oye Frank, ¿y Messi?
—Ah, Pere. Un jugador que en 16 minutos sale al campo, crea una situación de gol, casi anota y se convierte en el mejor del partido… ese chico tiene que estar con nosotros.
—¿Qué hacemos?
—Que vaya jugando con el juvenil o, mejor, con el B, pero que se entrene un día a la semana con el primer equipo. Más tarde, dos días. Luego, tres. Veremos cómo lo lleva.
Anécdota 4: Los 12 minutos en VHS que cambiaron la historia
—¿Es usted Jorge Messi, padre de Leo?
—Sí, así es.
Jorge Messi había dado el sí en apenas segundos. “Leo quiere jugar un Mundial por Argentina. Gracias por la llamada. Nos han hecho muy felices”.
Del otro lado de la línea estaba Hugo Tocalli, entrenador de los juveniles argentinos. Un empleado administrativo de la entidad, Omar Souto, había localizado el teléfono de la familia. Tocalli le explicó a Jorge que ya tenía armado el equipo para el Mundial sub-17 de Finlandia pero que contaba con Leo para el sub-20 de Holanda 2005.
Todo comenzó en octubre de 2002. Claudio Vivas, colaborador de Marcelo Bielsa como DT de la Selección Argentina, viajó con él a Barcelona para dialogar con algunos jugadores. Así es que se reunieron con Roberto Bonano, arquero del Barcelona, y con Mauricio Pochettino, defensor del Espanyol, en el hotel Princesa Sofía.
Vivas le preguntó, entonces, a Bonano, cómo andaba un tal Lionel Messi. La respuesta del arquero no se hizo esperar: “La rompe en los juveniles”.
En esos días, un tal Jorge, argentino, que trabajaba en el despacho del reconocido empresario catalán Josep María Minguella, se acercó también al hotel para avisar que “hay un chico llamado Messi que es un crack” y que estaba a punto de ser convocado para jugar por la sub-17 española y que no podían desaprovechar la oportunidad. Y les acercó un VHS de 12 minutos. Bielsa y Vivas coincidieron en que se trataba de una oportunidad única.
Al regresar a Buenos Aires, Vivas le insistió a Tocalli pero este, erróneamente, vinculó el interés de Vivas con un asunto comercial. Vivas no se dio por vencido y habló del tema con Bielsa y este lo hizo nuevamente con Tocalli, quien demoraba el video.
No le bastaron muchos minutos para darse cuenta de lo que era Messi pero por si fuera poco, contactó a José Pekerman, en ese entonces director deportivo del Leganés, y la respuesta sobre Messi fue tajante: “Un genio”.
Ya en el Mundial sub-17 de Finlandia, en agosto de 2003, la Selección Argentina quedaba eliminada ante España en semifinales. El partido había terminado 3-2 y dos de los tres goles de España los había marcado un tal Francesc Fábregas, de los juveniles del Barcelona.
Al terminar el partido, como ambas delegaciones compartían hotel, Tocalli se acercó para preguntarle a Cesc (su apodo), acerca de Messi. “¿Leo? Un monstruo. Extraordinario. Lo quisieron atraer a nuestra selección. Si hubiera jugado hoy, ustedes nos goleaban y salían campeones. Nosotros queríamos que jugara por España pero él quiere estar con ustedes”.
Dos años más tarde, en el Mundial sub-20 de Holanda 2005, Argentina y España llegaron a cuartos de final. Messi jugó para Argentina, Cesc para España, y esta vez el equipo albiceleste ganó 3-1 y terminó siendo campeón mundial.
Anécdota 5: Así nació el liderazgo de Messi
“¿Qué hacés, boludo?”. Fue la primera vez que Ronaldinho se cruzó con un adolescente Messi en el primer entrenamiento de este con el equipo de Primera, una vez que se acordó que lentamente se fuera acoplando.
Ronaldinho lo había adoptado como una especie de hermano menor y acaso fue por eso que cuando el tímido chico argentino se dio vuelta con la bandeja del autoservicio en el restaurante y miró con cierto temor hacia qué mesa dirigirse, escuchó un “ey, tú, aquí, con nosotros”, de la mesa de los brasileños Ronaldinho, Deco, Motta, Edmilson y Sylvinho.
Ya desde el inicio, Ronaldinho le había dicho a Deco que Messi sería mejor que él y se le rieron. Los entrenamientos se convirtieron en una locura de toques y lujos y Leo fue sumándose a los “locos” y al fútbol-tenis con los brasileños.
Con el tiempo, Sylvinho sostiene que el hecho de que el entrenador de ese equipo haya sido Rikjaard “fue una bendición para Leo porque el holandés es un tipo con un corazón enorme, un señor, un caballero, un gentleman” y se empezó a preocupar por Messi dentro y fuera del campo, con un abrazo en el momento justo y necesario.
Con Ronaldinho hablaba mucho de fútbol y también aprendió a manejarse en la élite. El brasileño salía en las conferencias de prensa en las derrotas y lo protegía. Messi asentía en silencio. Hablaba casi con monosílabos pero estaba encandilado.
Además, Ronaldinho era un obsesivo de la NBA y le hacía descubrir cosas de allí para aplicarlas en el fútbol. Claro que el brasileño vivía la vida intensamente y le enseñó a Messi también de cuestiones de fuera del campo.
Y eso comenzó a ser un problema en la temporada siguiente, la 2007/08. En la anterior, el Barça se había quedado casi sin títulos porque solo había ganado la Supercopa de España, y el presidente Joan Laporta, aún con dudas, prefirió darle otra temporada de confianza a Rikjaard y a un Ronaldinho cada vez más proclive a las fiestas.
Ten Cate, ayudante de Rikjaard, recuerda que Ronaldinho “le enseñó a Messi lo que tenía que hacer y lo que no tenía que hacer como profesional”. El suyo era un grupo con una filosofía de vida diferente.
Sylvinho le advirtió más de una vez que se estaba saliendo del camino, pero los otros brasileños le mostraban las posibilidades que estaban más allá de la disciplina, el esfuerzo y el sacrificio. Se reunían en Barcelona o en Castelldefels.
Fue en ese tiempo que Leo tuvo un incidente con su coche contra una camioneta y se rumoreó sobre una discusión en una discoteca. Hasta que se enfrentó a su padre en una rebelión –por fin- adolescente. Conocedor de estas circunstancias y de que el final de Ronaldinho en el Barcelona había llegado, ni bien acabó la temporada, el presidente del club, Joan Laporta, visitó al brasileño en Castelldefels y le dijo: “Ronnie, creemos que ha llegado el momento de acabar tu etapa en el Barça”.
Fue una reunión emotiva. “Te quiere el Milan, te quiere el Manchester City. Serás tú quien habrá de decidir a dónde ir”. Se dieron un abrazo, lloraron los dos, pero Laporta no perdió el tiempo. Llamó inmediatamente a Jorge Messi, quien se encontraba en la casa vecina junto a Leo, pasó por su casa y les dijo que tenía algo importante que decirles.
Y luego de darles la noticia de la salida de Ronaldinho, afirmó: “Leo, ahora eres tú quien debe tomar el liderazgo que deja Ronnie. Asúmelo. Quédate con la camiseta número diez”. Leo agachó la cabeza pero entendió.
Laporta insistió: “Pep Guardiola –que acababa de asumir- te va a entender. Conoce muy bien la casa, y dice que eres una máquina”. Se iba a vender también a Deco y a Motta, otros dos amigos de Leo, y estaban a punto de traer nuevamente a Gerard Piqué, en el Manchester United.
Textos y foto de Infobae