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El Madrid aplasta al Atlético de Simeone

Apabullante victoria de los de Zidane en la peor noche del técnico argentino en el Bernabéu. Otro triplete de Cristiano.

Publicación y foto de  de Madrid, España

A veces amar es evitar el sufrimiento. Competir es también saber tirar la toalla. Simeone, genio del fútbol, y rapsoda a su modo, quizás ha procurado más sufrimiento del necesario a su hinchada. Ha ido más allá de Cúper. Ha ido hacia el fondo de la rivalidad, ha explorado el límite, el colmo colchonero, hacia la hez más absoluta del sufrimiento antimadridista del buen atlético. Es un caso único de mérito deportivo masoquista, de Ícaro de los entrenadores.

Porque el Madrid ya no ganó por detalles, sino por completo.

El Madrid exhibió desde el inicio superioridad en el centro del campo. Cuatro, más la eventual ayuda de Benzema. Los toques eran rápidos y buscaban la banda de manera inmediata. Isco auxiliaba la salida del juego por todo el campo.

Empezó Carvajal huracanado. Le dejó dos ocasiones claras a Benzema, que como siempre estuvo lento al remate. Su aportación, definitivamente, es otra. Las ayudas a la media y la inteligencia posicional o la memoria que tiene de sus relaciones con los demás. De la tromba inicial sacó pronto algo el Madrid. En el 9, Cristiano marcó el 1-0 en un remate de los suyos actuales: en la zona, en el sitio, tras un pase de Casemiro desde la derecha. La jugada presentaba dos rasgos de este Madrid: llegada por banda (todo lo saca de esa ganzúa) y segundo rechace. Pues además del balón aéreo, esa otra suerte del fútbol un poco baloncestística le sirve para sacar oro a sus llegadas. Una alquimia que no esperaríamos del Madrid de Zidane.

 

En el origen, en el primer centro, Cristiano estaba en fuera de juego posicional, no así en la segunda jugada. A partir de ahí hubo unos minutos muy buenos del Madrid, con Isco de espaldas y apoyando la pared con los medios, como aquellas cosas que hacía Bakero en el Barça de Cruyff.

El Atlético cogía su sitio, su cuña, ocupó su triángulo en el centro, pero al Madrid ya le iba bien: atacaría por las bandas con fluidez, sin atascarse otra vez por la zona muerta del centro que Simeone arrasa como un Atila. Había aprendido, por fin, a jugarle al Atleti.

Las llegadas por Carvajal forzaron quizás el cambio de banda de Koke, al que Modric le sacó una amarilla. El Atleti se desangraba un poco por ese lado, y no apareció hasta el minuto 16, en un balón interior de Koke a Gameiro que Navas cazó muy rápido.

Hubo una jugada que explica cómo estaba el partido. Isco y Cristiano combinaron por todo el campo hasta que el portugués lanzó un pase desde el córner para la volea de Benzema. Lo novedoso era la facilidad para llegar que encontraba el Madrid ante el Atlético. Le bastaba el gambeteo de dos, y siempre acababa por las bandas. .

Era el Atleti menos consistente de Simeone en el Madrid, aunque la trayectoria había cambiado hacía tiempo. La inclusión de Casemiro en el once modificó la relación de fuerzas en los derbis. Su colocación frente a los centrales lanza las alas del Madrid como en un 3-5-2, y además asienta a los interiores. Multiplica a cuatro jugadores, seca a los rivale y rebaña el juego. Si sobre esa situación se añade a Isco, se explica la inusitada fluidez del Madrid. Isco, lejos del área, funcionaba como un cursor, como una coma, un apoyo en cada sector del campo para la triangulación. Cuando el Madrid dejó de entrar por la derecha comenzó a aparecer, con más dificultades, Marcelo.

Lesión de Carvajal

Con todo, al final de la primera parte las sensaciones cambiaron ligeramente. El peor Atlético de los últimos tiempos estaba a un gol de la felicidad relativa y para colmo se lesionaba Carvajal.

Nacho, que estaba para titular, entró por él y al inicio de la segunda ya le sacó otra amarilla a Saúl. Simeone no tardó en sustituirlo y echar a Koke al centro. Kroos y Gabi, como siameses tácticos, parecían igualarse mutuamente.

Tras la superioridad inicial del Madrid, el Atleti se dio cuenta de que el partido estaba en el filo de un gol, y se reequilibró. El Madrid seguía buscando los márgenes del campo, pero ya disfrutaba de más espacios. Otra de las señales del partido era que Griezmann estaba perdido en algún lugar entre Casemiro y Ramos.

Simeone puso todo (Torres) sobre la mesa, y Zidane cambió a Isco por Asensio, a cuya velocidad se reengancharía el Madrid. La presión del Atleti mejoró un instante antes de desmoronarse, el partido se pareció entonces más al de otros derbis: bronco, feo, subtitulado y, como diría Simeone, apretado.

Entre cambios y faltas, el partido emergió otra vez en el 70, en un centro de Asensio que Benzema volvió desaprovechar. Benzema, ya decimos, remata por compromiso, porque se supone que debe hacerlo. No le interesa en absoluto. Su alineación es conservadurismo posicional, sabiduría de los detalles y las relaciones. Efectivamente: en la jugada siguiente se quitó a Godín de un gesto (y es mucho quitar), y se la dejó a Cristiano para que batiese, 9 real, a Oblak de tiro imperial, tanto que el portero reaccionó con el reflejo tardío, explotó su maravilloso instinto pero tarde. Eran dos latigazos incomparables, pero jerarquizados, como un león y una gacela en los documentales.

Benzema se fue y entró Lucas, y el Madrid se dispuso de modo parecido a la noche del 0-3 en el Calderón, con Cristiano de palomero al hat trick. Al Atleti, que tanto lleva sufrido, le tocaba vivir lo que aún no conocía: el Bernabéu eufórico de las noches europeas, la tumba de tantos equipos. Ese martirio de kamikazes a la contra y gritos de olé.

En el 85, una contra frenética de Lucas, que Casemiro deja pasar (Casemiro llegó al ataque en dos goles), la remató Cristiano para el tercero. No hay pesadilla que el Madrid no pueda empeorar.

 

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