El misterio de la momia de Teherán
Una momia hallada durante la remodelación de un santuario al sur de Teherán ha desatado la controversia y la imaginación de los iraníes ante la posibilidad de que se trate del fundador de la dinastía Pahlevi, el shah Reza. Más allá del misterio sobre a quién pertenece el cuerpo, el asunto plantea un problema añadido a las autoridades de la República Islámica. Después de cuatro décadas tratando de borrar el pasado monárquico del país, en las últimas protestas, a principios de año, se corearon consignas a favor de aquel rey.
El descubrimiento se produjo el domingo 22 en el sector oeste del patio de la mezquita de Abdul Aziz Hasani. Enseguida surgió la sospecha dado que, justo al lado, estuvo el mausoleo de Reza Pahlevi hasta su destrucción en 1979, en el furor de la revuelta que acabo con el gobierno de su hijo Mohamed Reza. Incluso el responsable de Patrimonio y Turismo del Ayuntamiento de Teherán, Hasan Khalilabadi, aceptó como “posible” que sean los restos del shah Reza al anunciar el hallazgo.
Sin embargo, un portavoz del oratorio ha intentado quitar hierro al asunto y desmintió que el cuerpo encontrado estuviera momificado. “La zona alrededor fue antes un cementerio, así que descubrir un cadáver en esta área… es lo más normal”, aseguró Mustafa Ajrdlou en una entrevista con ISNA, la agencia iraní que primero reveló el caso.
Pero ya era demasiado tarde. Las fotos de un cuerpo envuelto en gasas tomadas por los propios obreros se habían difundido como la pólvora por las redes sociales. Algunos hasta se hicieron selfies con la momia. Enseguida la etiqueta #رضاشاه (#ShahReza en persa) bullía con comentarios. Incluso el nieto del monarca ha entrado en el debate. “Creemos que este cuerpo pertenece con mucha probabilidad a mi abuelo, el shah Reza”, ha asegurado en un comunicado. Desde Estados Unidos, donde vive en el exilio, el en teoría heredero del trono del pavo real, también llamado Reza, pide a las autoridades iraníes que permitan el examen del cadáver por forenses independientes y que se le dé un “entierro digno”.
Khalilabadi admitió que “no importa de quién sea la momia, debe conservarse como parte del patrimonio”. Sin embargo, hasta el miércoles de la pasada semana el cadáver no había sido entregado en la Organización de Medicina Legal para el análisis de ADN, según señaló su director Ahmad Shojaei.
Para los responsables iraníes se trata de un asunto delicado. La República Islámica surgida tras derrocar al último shah siempre se ha mostrado muy crítica con la monarquía, de la que los medios estatales destacan sobre todo sus abusos. No obstante, el fracaso del proyecto revolucionario ha suscitado una suerte de fascinación por el período anterior entre las nuevas generaciones. Para sorpresa de la mayoría de los observadores, durante las protestas que sacudieron Irán el pasado enero, la gente coreó eslóganes de alabanza al shah Reza. Aunque la posibilidad de una restauración es remota, es evidente el descontento con la situación del país.
El general Reza Pahlevi fue nombrado rey, que es lo que significa shah en persa, en 1925 tras la destitución del shah Ahmad de la dinastía Qajar al que había contribuido a debilitar con un golpe de Estado unos años antes. Aunque fue un monarca absoluto, su figura está asociada al surgimiento del Irán moderno, hasta entonces llamado Persia. En ese empeño, no sólo creó infraestructuras con los beneficios del petróleo, sino que, inspirado por la secularización de Turquía emprendida por Atatürk, ordenó a los hombres que se vistieran a la occidental y prohibió a las mujeres el uso del chador, el sayón negro que usan las piadosas chiíes. Para algunos analistas, su choque con los clérigos plantó las semillas de la revolución que destronó a su hijo Mohamed Reza años después. Él mismo fue obligado a abdicar en 1941 por los aliados que le acusaban de simpatizar con los nazis.
El shah Reza se exilió en Sudáfrica donde murió tres años más tarde. Sus restos fueron embalsamados y trasladados a Egipto hasta que en 1951 fueron repatriados para su enterramiento en un mausoleo levantado a tal efecto en Rey, hoy una barriada de Teherán, junto al santuario de Abdul Azim que ahora se está ampliando. Pero los clérigos nunca le perdonaron que quisiera imponer el laicismo por la fuerza. Pocos meses después de la revolución de 1979, el ayatolá Sadeq Khalkhali, luego apodado el juez del patíbulo por su querencia por las ejecuciones sumarias, encabezó una banda de exaltados que armados de mazos, martillos neumáticos y otras herramientas destruyeron el panteón.
Sin embargo, años más tarde en sus memorias, Khalkhali dijo que no encontraron el cadáver y dio a entender que la familia se lo llevó cuando abandonó Irán ante el levantamiento popular contra el segundo Pahlevi en 1979 que dio paso a la República Islámica. Ahora el nieto del shah Reza desmiente que su padre ni nadie de la familia se llevaran el cuerpo de su abuelo. “Cualquier rumor en ese sentido carece de fundamento”, afirma.
Texto y foto de EL PAÍS de Madrid, España.