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La sociedad secreta que lleva la resistencia humana al límite

¿Por qué hay personas adictas a las emociones fuertes y a la adrenalina? Quizá el lector conozca alguna. Mientras a los seres normales les (nos) aterra, por poner un ejemplo, ver a alguien hacer ‘puenting’, siempre hay una persona más arriesgada: esa que se ofrecerá voluntaria para tirarse de cabeza por un barranco, sujeta únicamente mediante un hilo colocado entre sus pies.


La secreción de adrenalina produce efectos químicos al organismo que se traducen en sensaciones que evocan las del orgasmo. Sin embargo, una vida así no está exenta de peligros. ¿Es quizá esa incertidumbre, esa cercanía a una muerte posible lo que realmente llama la atención? ¿Puede derivar en conductas tóxicas y llegar a convertirse en un problema?
¿Qué le parecería si le indicamos que la ‘Endurance Society’ -Sociedad de la resistencia- se basa justamente en esta adicción a la adrenalina antes referida? Ellos mismos lo dicen en su web: “nos dedicamos a brindar aventuras físicas y psicológicas para los entusiastas”. Si se navega un poco por los eventos que ofrece la organización, es fácil hacerse a la idea de la clase de público que se apuntará: picos altísimos que hay que subir luchando contra hielo, nieve y viento, maratones sin descanso que duran días…
Y el artífice de todo esto es Andy Weinberg, profesor de educación física en Illinois. Ya desde niño, Weinberg trataba de retarse a sí mismo: conducía su bicicleta lo más lejos posible de su casa y probaba los límites de su capacidad para volver a tiempo. Cuando creció, comenzó a viajar en solitario desde Illinois a Vermont (y con esto hablamos de 1.441 kilómetros. Es decir, unas 21 horas en linea recta) por innumerables montañas y en las condiciones de tiempo más hostiles. En una ocasión llegó en solo ocho días y estuvo a punto de ser arrestado en Nueva York.

El trastorno por déficit de atención (TDA) que sufre Weinberg fue un atenuante para que su madre le apuntara a clases de natación. Así descubrió que lo suyo era el deporte. En la universidad, en compañía de un amigo, preferían escalar las montañas de Ozark, una región montañosa situada en el medio Oeste, entre los estados de Arkansas, Misuri, Oklahoma y Kansas. Tras graduarse, Weinberg volvió a Illinois para dar clases de gimnasia y competir en eventos de Ironman. Hasta que conoció a Joe De Sena.
De Sena y Weinberg, de temperamento parecido, quisieron retarse con una experiencia nueva y fundaron así ‘Death Race’, la Carrera de la Muerte. Una actividad para los atletas que quisieran experimentar nuevas emociones físicas, mentales y emocionales. Aunque aquí en España no tiene tanta fama como la Spartan (carrera de obstáculos que ha ido adquiriendo renombre en los últimos años y cuyos fundadores también son Weinberg y De Sena), la Carrera de la Muerte fue su precursora. Su nombre ya de primeras no indica nada bueno. De Sena llegó a decir que “la Carrera de la Muerte es como un exorcismo y la Spartan como un bautismo”.

Cuatro años de ganancias
Cuando la relación de Weinberg y De Sena llegó a su fin, el segundo se quedó con los derechos de la Spartan tras una dura batalla legal. Weinberg no es de los que se rinden, por lo que se unió a Jack Carey (a quien había conocido a través de la Death Race) y juntos crearon eventos más elaborados: carreras de esquí de montaña, un evento secreto (‘Sine Nomine’, en la web de la organización), del que los participantes juran no contar nada, o caminatas por los picos más altos de Vermont. Así nació la Endurance Society.
Tras cuatro años, la Endurance Society ha obtenido muchas ganancias desde su lanzamiento, con patrocinios corporativos. Eso, confiesa Weinberg, le da cierto miedo, pues teme que como sucedió con Spartan, esto “se le vaya de las manos” y pase de ser una pequeña empresa orientada a amigos y familiares a un gigante mundial con un programa de televisión propio.

Pero, realmente, ¿cuánta gente hay preparada para participar en las actividades que propone esta sociedad? ¿Cuántas personas son tan temerarias y arriesgadas como Weinberg?
Hace poco tiempo, durante el evento anual ‘Extremus’ (una de las actividades que se ofrecen en su página web), nuestro protagonista estuvo a punto de no contarlo. La caminata, que dura 48 horas a través de senderos cubiertos de nieve y hielo, se realizó durante una de las semanas más frías del año. Los dedos de los pies de Weinberg adquirieron un bonito color entre el azul, el magenta y el negro.
Él asegura, aun así, que fue el único que se lesionó. Quizá otra persona se habría tomado peor el hecho de tener los dedos de los pies al punto de la gangrena. Weinberg se rió mientras compartía la fotografía en redes: “estábamos muy preparados, no pensé en ningún momento en congelarme. Esta mierda en algunas ocasiones pasa”. Cosas de adictos a la adrenalina, suponemos.

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