La última entrevista a Kurt Cobain: “Nunca estuve más feliz”

Esta nota fue publicada en RS USA el 27 de enero de 1994. En 2017 fue parte de la edición para coleccionistas de la Serie de Bookazines de RS dedicado a Nirvana.
Un Kurt Cobain en cuero y despeinado hace una pausa en las escaleras del backstage que llevan al camarín de Nirvana en el Aragon Ballroom en Chicago, le ofrece al visitante un sorbo de su té post-recital y dice, con voz imperturbable: “Me alegra que hayas podido venir al peor show de toda la gira”. Tiene razón. El concierto de esta noche -la segunda de dos noches de Nirvana en el Aragon, en la primera semana de la primera gira de la banda por Estados Unidos en dos años- fue muy malo. El sonido cavernoso del lugar convierte torpedos corrosivos como “Breed” y “Territorial Pissings” en una baba de riffs, y Cobain pasa toda la noche de pésimo humor por problemas en los monitores de la guitarra y las voces. Hay momentos de brillo espinoso: el aullido áspero de Cobain cortando los rebotes del eco estilo cañón del Aragon en el estribillo tenso y explosivo de “Heart-Shaped Box”; una breve y maravillosa “Sliver” con una energía tórrida en el rasguido del guitarrista invitado Pat Smear (ex Germs). Pero no hay “Smells Like Teen Spirit”. Hay abucheos.
Según el mito periodístico de Cobain -“malhumorado, quejoso, un esquizofrénico”, como él mismo lo pone acertadamente-, el cantante y guitarrista de 26 años debería haber despedido al sonidista, cancelado esta entrevista y regresado a su hotel para refunfuñar. En cambio, pasa su tiempo de descanso en el backstage, disfrutando de su hija de un año, Frances Bean Cobain, una belleza rubia que se pasea por la sala con una sonrisa para todo el que se le cruce. Más tarde, de vuelta en el hotel y munido apenas con un paquete de cigarrillos y dos botellas de minibar de agua Evian, Cobain tiene un ánimo reflexivo, esforzándose por explicar que el éxito no es tan terrible -o al menos no tanto como antes- y que su vida está bastante bien. Y mejorando.
“Fue tan rápido y explosivo”, dice con voz dormida y pedregosa acerca de su primera crisis de confianza después del éxito vertiginoso de Nevermind. “No sabía cómo manejarlo. Si hubiera un curso de Rock Star 101, me hubiera gustado tomarlo.”
“Todavía veo cosas, descripciones de rockstars en alguna revista tipo ‘Sting, el hombre ambiental’, o ‘Kurt Cobain, el tipo quejoso, malhumorado y caprichoso que odia todo, que odia el estrellato del rock, odia su vida’. Y yo nunca fui más feliz en mi vida. Especialmente esta última semana, porque los shows venían tan bien. Excepto el de esta noche. Soy un tipo mucho más feliz que lo que piensa mucha gente.”
Cobain tomó unos desvíos para llegar a ese lugar el año pasado. La producción de In Utero, el esperadísimo sucesor de Nevermind, se cargó de problemas de último minuto con el título y con cambios, al igual que por una pelea entre la banda, el sello discográfico, DGC, y el productor Steve Albini acerca del potencial comercial del álbum. O, más bien, la falta de potencial. El matrimonio de Cobain con la cantante de punk-noir Courtney Love, del grupo Hole -material soñado para los chismosos del rock desde que la pareja se casó en febrero de 1992-, llegó otra vez a las noticias en junio cuando Cobain fue arrestado por la policía de Seattle por un supuesto ataque a Love durante un altercado doméstico. La policía encontró tres armas en la casa, pero no se presentó ninguna denuncia y el caso fue cerrado.
El año pasado, Cobain también confesó su adicción a la heroína, sobre la que había rumores, y dijo haber consumido la droga -al menos en parte- para adormecer un dolor de estómago severo y crónico. O, según dice en esta entrevista: “Para medicarme”. Ahora está limpio, y gracias a una nueva medicación y una mejor dieta, su tracto digestivo, dice, está camino a recuperarse.
Pero las raíces de su angustia, públicas y personales, son mucho más profundas. Nacido en el pueblo maderero de Aberdeen, Washington, Cobain es -al igual que Krist Novoselic, bajista de Nirvana, y Dave Grohl, baterista, y un alto porcentaje de los fans de la banda- producto de un hogar roto, hijo de un mecánico y una secretaria que se divorciaron cuando tenía ocho años. Cobain tenía aspiraciones de ser artista comercial y ganó un par de concursos de arte en la secundaria; ahora diseña gran parte del arte de Nirvana. (Hizo el collage del feto plástico de la contratapa de In Utero, que provocó que Walmart censurara el disco.) Pero, después de graduarse, Cobain rechazó una beca para ir a una escuela de arte y abrazó una vida de vago adolescente, trabajando como plomo del grupo de punk local The Melvins (cuando hacía algún trabajo) y dedicándose a componer canciones.
“Nunca quise cantar”, insiste ahora Cobain. “Yo sólo quería tocar la guitarra rítmica. Esconderme atrás y simplemente tocar. Pero durante esos años de la secundaria en los que tocaba la guitarra en mi habitación, tenía al menos la intuición de que debía componer mis propias canciones.”
Durante mucho tiempo, y después de que los integrantes de Nirvana pasaran de miembros del sello junior Sub Pop a superdioses del grunge, Cobain no podía discernir si su talento era una bendición o una maldición. Finalmente descubrió que es un poco de las dos cosas. Le molesta que la gente piense en él más como un ícono que como un compositor, pero teme que In Utero marque el final del sonido que Nirvana cristalizó en “Smells Like Teen Spirit”. Cobain sigue desconfiando profundamente de la industria de la música, pero dice que ya hizo un giro de 180 grados en su actitud respecto del rebaño de chicos que se volvieron punks después de escuchar a su banda.
“Ya no los juzgo tanto como antes”, dice Cobain, casi como si se disculpara. “Ya acepté por qué están ahí y nosotros acá. Ya no me molesta ver a un Neanderthal con bigotes, totalmente loco, borracho, cantando ‘Sliver’. Ahora eso me vuela la cabeza.”
“El último año y medio me liberé de mucha presión”, dice Cobain con un alivio discernible en la voz. “Sigo fascinado.” Enumera las razones para su satisfacción: “Sacar este disco. Mi familia. Mi hija. Conocer a William Burroughs y grabar algo con él”.
“Cosas pequeñas que a nadie le importarían”, continúa. “Y tiene mucho que ver con esta banda. Si no fuera por esta banda, todas esas cosas no habrían ocurrido. Estoy muy agradecido. Cada mes llego a conclusiones más optimistas.”
“Sólo espero”, agrega sonriendo, “no volverme tan alegre como para convertirme en alguien aburrido. Creo que siempre voy a ser lo suficientemente neurótico como para hacer cosas raras”.
Junto con todo lo demás que salió mal esta noche, se fueron sin tocar “Smells Like Teen Spirit”. ¿Por qué?
Eso habría sido la frutilla del postre [sonríe forzadamente]. Ni siquiera me acuerdo del solo de guitarra de “Teen Spirit”. Me tomaría cinco minutos sentarme en el comedor y aprenderme el solo. Pero no me interesa eso. No sé si soy vago por el hecho de que no me interese o qué. Me sigue gustando tocar “Teen Spirit”, pero es casi vergonzoso hacerlo.
¿En qué sentido? ¿Te jode todavía la enormidad de su éxito?
Sí. Todo el mundo se enfocó demasiado en esa canción. La razón por la que despertó una reacción tan grande es que la gente la vio en MTV millones de veces. Se la enchufaron en el cerebro. Pero creo que hay otras canciones que compuse que son igual de buenas, si no mejores, que esa canción, como “Drain You”. Esa definitivamente es tan buena como “Teen Spirit”. Me encanta la letra, y nunca me canso de tocarla. Quizás, si fuera tan grande como “Teen Spirit”, no me gustaría tanto.
Pero no puedo, sobre todo en una noche como la de hoy, aguantar “Teen Spirit”. Literalmente quiero tirar la guitarra al piso e irme. No puedo simular que la paso bien cuando la toco.
Pero seguro la pasaste bien componiéndola.
Llevábamos tres meses ensayando. Estábamos esperando para firmar con DGC, y Dave [Grohl] y yo vivíamos en Olympia [Washington], y Krist [Novoselic] vivía en Tacoma [Washington]. Manejábamos hasta Tacoma todas las noches para ensayar, tratando de componer canciones. Yo quería hacer la máxima canción pop. Estaba, básicamente, plagiando a los Pixies. Tengo que admitirlo [sonríe]. Cuando escuché a los Pixies la primera vez, me conecté con esa banda tanto que debería haber estado en ese grupo. Usamos su sentido de la dinámica: ser suaves y tranquilos, y después fuertes y duros.
“Teen Spirit” tiene un riff tan trillado. Está muy cerca de un riff de Boston, o de “Louie, Louie”. Cuando se me ocurrió el arreglo de guitarra, Krist me miró y dijo: “Eso es ridículo”. Hice que la banda la tocara una hora y media.
¿De dónde salió la frase “Aquí estamos, entreténgannos”?
Eso salió de algo que yo decía cada vez que entraba en una fiesta, para romper el hielo. Muchas veces, cuando estás en medio de la gente en un lugar, es aburrido e incómodo. Así que era: “Bueno, aquí estamos, entreténgannos. Ustedes nos invitaron acá”.
¿Cómo te sentiste al ver que algo que habías compuesto en broma, como homenaje a uno de tus grupos preferidos, se transformó en el himno nacional del grunge, por no mencionar que fue un momento definitivo en el marketing juvenil?
La verdad es que tuvimos lo nuestro durante un tiempo. Durante un par de años, Seattle era como el Verano del Amor, y era genial. Poder saltar al público con la guitarra y que me llevaran hasta el fondo del lugar, y después de vuelta al escenario sin ningún rasguño, era como una celebración de algo que nadie podía tocar.
Pero en cuanto llegó al mainstream, terminó. Estoy cansado de que me dé vergüenza. Ya estoy más allá.
Esta es la primera gira por Estados Unidos desde el otoño del 91, antes de que explotara Nevermind. ¿Por qué no salieron de gira durante tanto tiempo?
Yo necesitaba organizar mis pensamientos y reajustarme. Todo esto me pegó muy duro, y tenía la impresión de que no necesitaba salir de gira, porque estaba haciendo un montón de dinero. Millones de dólares. Entre ocho y diez millones de discos vendidos. Eso, para mí, sonaba como un montón de dinero. Así que pensé que iba a relajarme.
No quiero usarlo como excusa, y es algo que apareció tantas veces, pero mi dolor de estómago fue una de las mayores barreras para salir de gira. Tuve que luchar con eso por mucho tiempo. Pero después de que una persona experimenta un dolor crónico durante cinco años, cuando termina ese quinto año, estás literalmente loco. No podía hacer nada. Yo estaba tan esquizofrénico como un gato maltratado.
¿Cuánto de todo ese dolor físico pensás que canalizaste en tus canciones?
Es una pregunta que me da miedo, porque obviamente si alguien está pasando por un problema en su vida, en general se refleja en la música, y a veces es algo beneficioso. Creo que probablemente ayudó. Pero yo dejaría todo con tal de tener buena salud. Quería hacer esta entrevista después de haber estado de gira un rato y, hasta ahora, ésta fue la gira más disfrutable que yo haya hecho. Honestamente.
No tiene nada que ver con los lugares más grandes o con que la gente nos esté lamiendo más el culo. Es que el estómago no me molesta más. Anoche me comí una pizza enorme. Fue tan lindo poder hacerlo. Pero otra vez: siempre tuve el miedo de que si me curaba del estómago, no iba a ser más creativo. ¿Quién sabe? [Hace una pausa]. Ahora no tengo canciones nuevas.
Cada disco que hicimos hasta ahora, siempre dejábamos afuera entre una y tres canciones. Y en general eran buenas, canciones que nos gustaban en serio, así que siempre teníamos algo con lo que contar. Un hit, o algo que estaba por encima del promedio. Pero este próximo disco va a ser realmente muy interesante, porque no nos queda nada.´
Una de las canciones que sacaron de In Utero fue “I Hate Myself and I Want to Die”. ¿Cuán literalmente lo decís?
Tan literal como una broma puede serlo. No es más que una broma. Y eso tuvo un poco que ver con nuestra razón para sacarlo. Sabíamos que la gente no lo iba a entender; se lo iban a tomar demasiado en serio. Era totalmente satírico, una forma de burlarnos de nosotros mismos. Soy considerado como un malhumorado, quejoso y esquizofrénico que se quiere suicidar todo el tiempo: “Nada lo satisface”. Y yo pensé que era un título divertido. Durante mucho tiempo quise que fuera el título del disco. Pero sabía que la mayoría de la gente no lo entendería.
¿Alguna vez estuviste tan absorbido por la angustia, el dolor o el enojo, que realmente quisiste matarte?
Durante cinco años, en la época del problema en el estómago, sí. Quería matarme todos los días. Muchas veces estuve muy cerca. Lo lamento si soy demasiado franco con esto. Llegué al punto de estar de gira, tirado en el piso, vomitando aire porque no podía aguantar el agua. Y a los 20 minutos tenía que tocar un show. Cantaba, y tosía sangre.
Esa no es forma de vivir. Me encanta tocar música, pero algo no estaba bien. Así que decidí medicarme.
Pero, incluso como sátira, una canción así puede ocasionar reacciones. Hay muchos chicos que sí se quieren suicidar.
Eso define a nuestra banda, en gran medida. Es esa contradicción. Es satírica y es seria al mismo tiempo.
¿Qué tipo de cartas te llegan de los fans en estos días?
[Pausa larga] Antes leía el correo un montón, y me involucraba mucho en eso. Estuve tan ocupado que no me ocupé de leer ni una carta, y me siento mal al respecto. No fui capaz de tener la energía para sacar nuestro fanzine, que era una de las cosas que íbamos a hacer para combatir la mala prensa, para mostrar un costado más realista de la banda.
Me siento muy, muy afortunado de ser capaz de ir a un lugar a la noche. La otra vez, teníamos la noche libre en Kansas City, Missouri, y Pat [Smear] y yo no teníamos idea de dónde estábamos, ni de a dónde ir. Así que llamamos a la radio universitaria local y les preguntamos qué había. ¡Y no sabían! Así que llamamos a un bar, y tocaba The Treepeople, de Seattle.
Y resulta que ahí conocí a tres personas muy, muy amables, chicos totalmente cool que tenían sus bandas. Pasé una gran noche con ellos. Los invité al hotel. Se quedaron ahí. Pedí servicio a la habitación para ellos. Probablemente exageré, tratando de ser amable. Pero fue genial saber que todavía puedo hacer eso, que todavía puedo hacerme amigos. Y no pensé que sería posible.
¿Cuál es tu posición respecto de Pearl Jam ahora? Había rumores de que Eddie Vedder y vos iban a estar en la tapa de Time juntos.
No quiero meterme en eso. Una de las cosas que aprendí es que hablar mal de la gente no me hace ningún bien. Es demasiado malo, porque todo el problema de la pelea entre Pearl Jam y Nirvana llevaba tanto tiempo, y estaba tan cerca de arreglarse.
Nunca estuvo completamente claro de qué se trataba esta pelea con Vedder.
Nunca hubo tal cosa. Hablé mal de ellos porque no me gustaba su banda. En esa época no había conocido a Eddie. Fue mi culpa; debería haber hablado mal de la compañía discográfica. Había una operación de marketing -probablemente no contra su voluntad-, pero sin darse cuenta de que los estaban metiendo en la bolsa del grunge.
Texto y foto de lanacion.com
