LA VIDA DEBE CONTINUAR
POR. LUIS ANGEL REBOLLEDO CHAUX
Transcurrido año y medio de la inesperada pesadilla del COVID-19 con las limitaciones y dificultades de todo tipo a que nos vimos sometidos y que en buena parte continúan, es necesario que la mentalidad de la sociedad con relación a este panorama sombrío se vaya ubicando en un punto de equilibrio que le permita determinar la mejor forma de enfrentar o convivir con el mal sin afectar otras exigencias indispensables para vivir dignamente.
La presencia de las personas frente a las diferentes actividades por elementales que sean, constituye un factor fundamental para reactivar nuestra maltratada economía desprovista en este momento de los medios para garantizar algo tan elemental como lo es el derecho al trabajo.
Debemos ya mentalmente destruir esos muros imaginarios que construimos en las puertas de las casas y dejar que fluya hacia el exterior toda esa acción represada generando el impulso necesario para que todas las actividades productivas y sociales recuperen su senda normal y se pueda sentir con optimismo que estamos haciendo algo para luchar contra la adversidad sin miedos y desconfianza, convencidos que con tenacidad y talvez con sacrificio podemos lograr la tranquilidad que le permita a la sociedad ubicarse nuevamente con realismo dentro de la normalidad.
La vida debe continuar aprendiendo a convivir quizá por algún tiempo con muchas situaciones de salud aún inciertas pero no indefinidas que poco a poco se irán superando ya que la ciencia médica no puede quedarse estática y encontrará el remedio definitivo.
Indudablemente el camino del reencuentro en todos los espacios sociales es la mejor forma de contribuir a que las cosas mejoren; el encierro y la ociosidad secuelas de la pandemia no pueden ofrecernos ninguna alternativa satisfactoria a la problemática que padecemos.
El regreso de los niños a sus colegios es algo que merece especial atención, pues la virtualidad no les brinda ni anímica ni académicamente una solución adecuada.
A ellos se los está privando de su espacio natural, condenándolos a un aislamiento de algo tan sentimentalmente valioso para ellos como son sus compañeros de clase, de sus juegos, de sus profesores, de sus aulas, etc.
El regreso a la presencialidad ha generado reacciones entre los que consideran que debe darse y los que se oponen; en ambos casos con soportes razonables a tenerse en cuenta.
Al parecer el principal fundamento de quienes quieren continuar con la virtualidad es la deficiente estructura de bioseguridad en los colegios lo cual creo se ha venido mejorando; igualmente aducen que los niños son indisciplinados, difíciles de manejar, argumento poco válido pues ellos han tomado conciencia de la realidad que están viviendo y de las precauciones necesarias para evitar el contagio.
Las anteriores razones se han convertido más bien en un sofisma de distracción de aquellos que con razón o sin ella aspiran a continuar con una vida fácil e improductiva para los educandos, dedicados al ocio o a labores personales sin importarles en lo más mínimo la incomodidad que viven las familias con virtualidad por todas partes.
Se debe cuanto antes tomar decisiones razonables en el campo de la escolaridad pues de lo contrario estamos condenando a los niños y adolescentes a un futuro académico incierto.
Mirar todos hacia adelante con optimismo y avanzar sin temores ni egoísmo es lo único que nos garantiza un éxito final.