Murió Charles Aznavour, el gran embajador de la música francesa
Fue el cantante galo más conocido en el mundo. Vendió más de 100 millones de discos en sus 80 años de carrera y tuvo un destacado desempeño como actor. Tenía 94 años
Había nacido en París, el 22 de mayo de 1924, en el seno de una familia armenia que lo bautizó como Shahnour Varinag Aznavourián. Creador de canciones populares como La Bohème, Je m’voyais déjà o For me formidable, el artista acababa de regresar de una gira por Japón, según informó la agencia EFE. El verano pasado, una caída le había provocado una fractura de un brazo y lo había obligado a anular varios conciertos.
Aznavour grabó más de 60 discos y vendió alrededor de 100 millones de copias, durante una de las carreras más prolongadas en el mundo del espectáculo, que se extendió por casi 80 años. Además, se destacó en el cine; precisamente, fue el séptimo arte el que terminó por abrirle las puertas como cantante.
Dueño de una gran expresividad, alimentada por el inconfundible timbre áspero de su voz, fue una de las cualidades que lo convirtió en el artista de concierto más famoso del mundo dentro de ese estilo de canciones de amor agridulce además de instalarlo en la escena como el sinónimo de la canción popular francesa.
Su carrera artística comenzó en 1933, con actuaciones en la obra teatral Le Bon Petite Diable y en la película La Guerre des Grosses.La adolescencia lo encontró haciendo pequeñas actuaciones y bailando en los cabarets, vendiendo periódicos y saliendo de gira con pequeñas compañías teatrales, en especial, por el sur de Francia, a causa de la Segunda Guerra Mundial.
Poco a poco, Aznavour comenzó a escribir letras que Pierre Roche musicalizaba. Ese tono dramático en las historias no siempre fue bien recibido por el público francés, que todavía se recuperaba de las consecuencias de la ocupación nazí y todas sus consecuencias. En ese marco, alcanzó su primer éxito fue en 1953, con J’ai bu, escrita junto a Pierre Roche y cantada por Georges Ulmer.
Pasar de la composición a la interpretación no le resultó fácil, debido a que no tenía nada de confianza en su voz. Fue nada menos que la enorme Edith Piaf quien le dio la seguridad necesaria para lanzarse como cantante. Por aquellos años, Aznavour era nada menos que su chofer, y la Piaf fue resaltando los puntos fuertes que tenía la voz de este apuesto joven de ascendencia armenia. Aznavour escribió Jezabel para Piaf, y Je hais les dimanches para Juliette Grecco.
Su éxito como cantante e intérprete fue lento, y debió construirlo paso a paso. Recién en 1956, durante unas presentaciones en Casablanca, Marruecos, logró despertar a su audiencia que terminó aclamándolo. A partir de entonces pasó a ser cabeza de cartel, y se le comenzaron a abrir las puertas de distintos escenarios.
Sin embargo, fue a través a del cine que logró conquistar al público, con actuaciones en La Tete contra les muirs, de George Franju, y en filmes como El testamento de Orfeo, de Jean Cocteau, y Tirez sur de pianist (Disparen sobre el pianista), de Francois Truffaut (1960), que lo ubicó como uno de los artistas franceses más solicitados.
Del cine francés saltó a cantar al Carnegie Hall y de ahí al Hotel Ambassador, de Nueva York, en 1965, con el espectáculo El mundo de Charles Aznavour, que tuvo excelentes críticas que lo llevaron a grabar en los Estados Unidos para el sello de disco Reprise, fundado por Frank Sinatra.