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¿Qué significa estar viviendo en la era de la posverdad?

Publicación de Pijamasurf.com

Si uno lee los diarios en gran parte del mundo occidental, parece que en el último año se ha asumido la entrada de una nueva era, la era de la posverdad (post-truth). Los medios y diferentes analistas políticos y teóricos de comunicación han decidido como la punta más aguda de su análisis que estamos en una era donde la verdad, los hechos, los datos duros, han dejado de importar. “Post-truth” fue nombrada la palabra del año por el diccionario Oxford en el 2016 (1 año antes había sido emoji). El diccionario define esta palabra así: “relativa a o denotando las circunstancias en las que los hechos objetivos tienen menos influencia en moldear la opinión pública que las emociones y las creencias personales”. El uso de este término se incrementó 2 mil veces en el 2016, particularmente en relación al Brexit y a la campaña de Trump. Sin embargo, el término también fue usado para describir las estrategias de políticos en China, Turquía, la India y demás países, incluyendo a Rusia, que es considerado por algunos analistas como el país cuyo gobierno ha amaestrado la propaganda de la posverdad.

El término post-truth fue usado memorablemente por Steve Tesich en relación con la Guerra del Golfo en 1992: “nosotros, los ciudadanos libres, hemos decidido libremente que queremos vivir en un mundo de la posverdad”. Un libro titulado The Post-Truth Era, publicado en el 2004 por Ralph Keyes, anunciaba la llegada de esta era. Sin duda, la obra que mejor define a esta era es el documental de Adam Curtis HyperNormalization, que en octubre del 2016 narraba ya cómo “el mundo había dejado de ser real”:

Vivimos en un mundo donde los poderosos nos engañan. Sabemos que mienten, y ellos saben que sabemos que mienten, pero no les importa. Decimos que nos importa, pero no hacemos nada. Nada nunca cambia. Es normal. Bienvenidos al mundo de la posverdad.

Ahora bien, uno podría pensar que la posverdad, que la mayor importancia de las creencias y las emociones por sobre los hechos objetivos es algo nuevo, parte de la degeneración de nuestra sociedad y del nuevo ecosistema tecnológico. Pero esto es algo que merece debatirse. Por una parte es indudable que estamos viviendo una cierta decadencia cultural en tanto que la visión preponderantemente económica de la realidad –y del sentido y propósito de la vida humana– potenciada por los medios tecnológicos está produciendo una era no sólo de la posverdad sino de la distracción, en la que la cultura antes basada en el arte hoy está basada sobre todo en el entretenimiento, donde la sobreinformación y la falta de curaduría de la información hacen que nos ahoguemos en un mar de irrelevancia, como temía Aldous Huxley (un mundo donde los libros no tienen que ser prohibidos porque no hay nadie que los quiera leer). Por otra parte, es indudable que el ser humano siempre se ha guiado más por sus emociones y creencias personales que por la supuesta realidad objetiva, fundamentada en los puros hechos. La realidad de esto es que el ser humano no está evolutivamente construido para ver la verdad y ni siquiera la realidad parece tener una existencia independiente de nuestra propia subjetividad (algo que sugiere la interpretación de Copenhague de la mecánica cuántica). Lo que existe, sin embargo, es una realidad consensual y convencional, lo que se conoce como un sentido común que legisla, regula y promedia lo que es aceptado como la realidad, una especie de censor comunitario, y parece ser que los hechos experimentados en el último tiempo se desvían de la realidad socialmente aceptada y definida, o al menos de la preferencia de aquellos que más influyen y regulan las verdades comunes.

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