LA PAZ
Por: LUIS ANGEL REBOLLEDO CHAUX
Parece un contrasentido que en la humanidad sea más fácil vivir en un estado permanente de guerra a que se inicie y culmine un proceso de paz; esa es la realidad y hay muchas razones para que ello ocurra: la guerra es una máquina diabólica para producir dinero, desde luego manchado con la sangre y la tragedia de los pueblos que tienen que contribuir su autodestrucción.
Es un proceso fríamente calculado por algunas de las grandes economías que encuentran en los conflictos bélicos de las naciones el medio más adecuado y fácil para introducir el oscuro pero productivo negocio de las armas. Las guerras no son más que unos estados anómalos y perversos en las sociedades, inducidos por quienes alejados de todo principio humanitario, democrático y de respeto a la institucionalidad pretenden ensanchar su poder y su riqueza a costa del sacrificio indiscriminado de muchos seres inocentes e indefensos.
La paz en consecuencia queda sometida a los vaivenes que les señalen las mentes torcidas a todos los niveles a quienes les incomoda la normalidad por no ofrecerles las oportunidades propicias para satisfacer sus intereses particulares.
Igualmente en Colombia se dan estas situaciones atentatorias de la paz, producto de las luchas intestinas surgidas del ansia frenética de poder, dominación y de riqueza que trastorna el espíritu de varios de nuestros supuestos líderes políticos y económicos que prefieren que reine la inestabilidad general, permitiéndoles manejar la institucionalidad a su acomodo.
La paz en nuestra patria también la resquebrajan unas fuerzas tenebrosas que aparentemente ocultas y dentro de la ilegalidad se ocupan del mercado de drogas, de armas, de productos de la minera ilegal, etc., generadores de incalculables ingresos que necesariamente originan enfrentamientos entre si e igualmente con las autoridades, que algo hacen por controlarlos; pero finalmente quienes sufren las consecuencias dañinas de estos actos son gentes sencillas sobre las cuales recae toda la presión de esta criminal actividad, perturbando como es lógico el normal vivir de sectores ya identificados pero donde son insuficientes e ineficientes los mecanismos de que dispone el Estado para prevenirlos y sancionarlos.
En consecuencia la paz se altera pues desaparece la sana convivencia social para dar paso a todo tipo de retaliaciones incluso a la muerte.
Pero debe tenerse en cuenta que la paz no solo se afecta con la violencia o con las armas; los diferentes estados del alma en cada ser humano transmitidos con sus actos al exterior son factores positivos o negativos en la estabilidad de la paz. Una mente abierta, llena de positivismo y sin maldad puede en conjunto crear el clima propicio para gozar de un estado de tranquilidad primario que desde luego es la base de una paz general.
La paz en las almas de quienes deben tomar grandes decisiones y también entre quienes deben acogerlas garantiza unos resultados altamente positivos para todos los estamentos de la sociedad, buscando tranquilidad y armonía en su devenir.
En Colombia con tristeza y desconcierto los ataques al Proceso de Paz firmado con la FARC a su implementación han sido permanentes, especialmente por grupos políticos de extrema derecha que consideran que con este mecanismo se está patrocinando la impunidad de graves delitos cometidos por este grupo insurgente; le han puesto todo tipo de obstáculos a su jurisdicción, a su financiación e incluso a su existencia, contrario al criterio de la Corte Penal Internacional y de otras democracias del mundo que consideran este proceso y su culminación como el mecanismo más eficiente para lograr la paz y el desarrollo de nuestro país.
Pero al parecer existen intereses para que este sistema de justicia transicional no funcione pues podría verse comprometidos en grandes crímenes cuando finalmente se llegue a la verdad como está comenzando a ocurrir.
Del poema “Canto a la Paz” de autoría del suscrito hace más den cuarenta años, pero aún vigente, me permito extraer tres estrofas alusivas a este apasionante pero doloroso tema.
La paz es la sana convivencia de los hombres
surgida de la sensatez y el equilibrio
y no el acuerdo amañado de unos pocos,
en defensa de sus propios intereses.
La paz no es para vivirla un solo instante,
la paz debe amasarse cada día
por las encallecidas manos de los pobres
y por las tersas y delicadas de los ricos.
No brillará la paz en nuestra patria
mientras que en el rostro de cada colombiano
en vez de una sonrisa cálida y amiga
aparezca una máscara sombría.